Una baldosa construida tramo a tramo, letra a letra combinando los nombres, una baldosa que escribe MEMORIA CONTRA OLVIDO.
Si las palabras tomaran la forma de la sonrisa de Tito (Alberto César Antebi) y la mirada del Zheide (Adolfo Ernesto Chorni), todo sería más fácil, ya que se generaría inmediatamente la confianza, la certidumbre de haber llegado a un lugar dónde nos esperaban o desde dónde nos buscaban, que es lo que se siente realmente cuando se encuentran a los amigos, y, desde este punto empezar los andares por la vida.
Una baldosa con nombres y colores no debería faltar en ninguna construcción que se precie.
En una construcción de sueños que se precie no puede ni debe faltar la amistad, sin ella todo se vendría abajo, no resistiría la mínima tormenta.
A pesar del terremoto que desataron los genocidas, de la destrucción irrecuperable, de la soledad desgarrada, no pudieron borrar a los compañeros ni al pacto de amistad de no dejarlos caer en la desmemoria.
Tito tenía un humor especial, un loco amor por Nora y un montón de partidos de fútbol previstos con sus hijos.
Adolfo, el Zheide, tenía una paciencia infinita y la capacidad de multiplicarse para estar apuntalando en los momentos duros.
Ahí andan los asesinos en juicios a su medida con jueces conocidos; ahí andan asesinos campeando todavía impunidad.
Tito y el Zheide son baldosas firmes de la utopía indispensable.
Y porque no hay olvido, amigos-compañeros-hermanos del alma, seguimos en el pacto de amor con esta lucha.
Andrea Benites-Dumont
27 de noviembre de 2009
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