No dejo de añorarte Zheide.
Empezaste siendo Mandel no sólo por tu parecido físico a Ernest Mandel, también tenías otras coincidencias más sustanciosas e inolvidables que la apariencia. Y después cuando la cercanía operó en la amistad más allá de las organizaciones distintas a las que pertenecíamos, fuiste y seguirás siendo El Zheide.
En Villa Crespo hay una placa en homenaje a los desaparecidos del barrio, tu hermana Elba la descubrió.
Estás en la lista de los abogados desaparecidos.
En la facultad de Derecho hay una lista que va y viene según el decano y el gobierno. Hace un par de años hicimos un acto en los Pasos Perdidos. Los chicos que ahora estudian en nuestra facultad, tiraron desde el segundo piso un pancarta que hicimos con papel madera y con fotos. Podía parecer estática, pero era una ilusión óptica, las miradas y las risas eran las mismas que caminaban por esos pasillos y esas escaleras, y ahí estaban vitalizando todo; ahí estabas.
Te hubiera gustado Zheide: no hubo sectarismo, hubo re-encuentros y abrazos sinceros.
Nos juntamos como lo hacíamos en la terraza de tu casa. Leímos pedacitos de cartas, hablamos de recuerdos, anécdotas, hubo música… vinieron amigos antiguos y nuevos, familiares de antes y de ahora, compañeros de
Te decía que leímos papelitos sueltos, una guisa de volantes, tu hermana y tu sobrina Sofía, también leyeron.
Hicimos una suerte de da-zi-bao, con lemas y consignas que después llevamos al decanato.
Tengo tantas cosas que contarte Zheide del alma mía… han cambiado tantas cosas y tanto tanta gente…
Tu sobrina Sofía es especial, te llevó aupa en manifestaciones; mis hijos siguen refiriéndose a vos como el Tío Zheide; tus cartas y tus palabras siguen poblándonos, y así seguirán hermano querido.
El tiempo todo lo cura, dice un refrán que se cuela en canciones, poemas y sentencias. No es verdad. El tiempo no borra el horror y tampoco la amistad entera.
Hace un par de estaciones estuve en Auschwitz, y en un muro concreto donde se concentra la pelea por la vida, puse tu nombre, el del Pampa, el de Nora, el de Tito, el del Colo, el de Mónica, el de Rodolfo… no paraba de escribir y las lágrimas intentaban borronear inútilmente las letras.
Hace unos años tu ahijada puso tu nombre y el de todos sus tíos en el Muro de los Lamentos en Jerusalém.
Te dedico notas y artículos. No dejo de extrañarte. Andás en pancartas por las calles de Madrid, de Buenos Aires, hasta en Chiapas nos anduvimos...
No he dejado la lucha por los desaparecidos ni pienso hacerlo. ¿cómo podría dejarte? ¿cómo podría permitir que pesaran más las traiciones, los olvidos, las transacciones comerciales y políticas, las posibilidades de lo posible?... No, Zheide no… Tuve privilegios infinitos: vos sos uno de ellos.
Sin descanso hasta que todos y cada uno de los ejecutores, responsables y cómplices del genocidio estén en la cárcel.
Con todo, (*)
(*)Adopté el con todo, tu formulación de despedida, por razones más que obvias.
1 comentario:
Mandel no era un apodo puesto por su parecido físico, se lo pusimos un dia que apareció con un libro del, luego, homónimo y porque hablaba siempre de la "cuarta de Mandel". Fue mi amigo y mi compañero y tenía tanta fuerza moral como física (aunque muy pocas veces lo vi usarla, puedo certiricar su magnitud)y es, de todos los compañeros desaparecidos, incluidos familiares y cercanísimos, el que mas recuerdo, me duele y extraño. Z
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