Ellas nacieron en el espanto y nosotras en la clandestinidad, construidas por el deseo de una madre que es nuestra madre: Elsa Martinez Garreiro, para dar amor, traer juegos y no llegar con las manos vacías después de meses de ausencia.
Nosotras la esperábamos en la casa de los abuelos las tres juntas, digo las tres porque mis tíos tambien venían a visitarnos, cuentan que cuando llegó estaba más flaca abrió los brazos y nos dio un abrazo grande y largo, me lo imagino con cosquillas en la panza, nos trajo regalos, una muñeca para cada una, las dos negras con vestido a lunares, rojo con lunares negros, bombachas celestes, una más grande que la otra, una con anteojos y otra sin anteojos, la más grande para mi hermana Elsa que es la más grande, la más chica para mí que tenía ya un año, trajo también una canción guitarrera que estaba firmada por papá en la que se contaba una historia donde papá estaba en casa y venían distintos animales que pidiendo comida se amontonaban uno sobre otro, él los alimentaba y después se marchaban; después supimos que esa no era la letra de papá ni su letra sino algo que la vieja armó para no contar que lo habían asesinado y por eso no estaba en la visita, despues nos explicaría, planeaba cosas pensado que saldría, digo para sobrevivir, estaría segura, pienso, que saldría para quedarse con nosotras no de visita sino para siempre.
Nosotras Elsa y yo crecimos separadas: una en Uruguay con la mamá de mi mamá y yo con mis abuelos paternos, tapamos los agujeros de la ausencia fuimos puestas por la familia en el punto justo del dolor, mientras nos perdimos a nosotras mismas como hermanas.
Pero esas dos muñecas permanecieron juntas guardadas en el fondo de una caja con ropa, escondidas, los abuelos tenían miedo que alguien se las lleve como a nosostras, como a sus hijos. Cuando las saqué de la caja debía tener 8 años más o menos, recuerdo ese momento, recuerdo la congoja y la tristeza que sentí, las miraba y les buscaba algo, las desarmé y rearmé buscando una carta o algo que hable de mi mamá, el crecer con los abuelos paternos me llevó también a perder a mi mamá por un tiempo, pero yo sabía que ella estaba en esas muñecas.
A los 18 años comencé una relación con mi hermana no sin complicaciones, claro, en ese momento sentí la necesidad de darle su muñeca, era suya se la mandé con una carta, ahora estábamos las dos juntas.
Nunca jugué con ellas, era algo que se cuidaba pero con lo que no se jugaba, tienen las negritas 29 años, han sido nombradas en los juicios de la ESMA, por donde pasaron mis tíos Osvaldo, Susana, Moni, Víctor y el Sueco, no digo con esto una falta de tiasgo al resto pero con ellos tengo un vínculo que trasciende con creces la militancia, un llevarlos en el corazón por haberme traído también ellos a mis padres y tíos.
Ellas con la presencia reforzaron esos relatos pero no se mostraron hasta que nosotras empezamos a llevarlas, viajaron a España y a Mexico, llevamos de forma mágica a mi mamá a los juicios por sus asesinos y mi mamá habló por medio de las muñecas, reforzó la palabra, con su voz de la cual no tengo registro, habló del espanto pero también habló del amor.
Laura Villaflor.
Nosotras la esperábamos en la casa de los abuelos las tres juntas, digo las tres porque mis tíos tambien venían a visitarnos, cuentan que cuando llegó estaba más flaca abrió los brazos y nos dio un abrazo grande y largo, me lo imagino con cosquillas en la panza, nos trajo regalos, una muñeca para cada una, las dos negras con vestido a lunares, rojo con lunares negros, bombachas celestes, una más grande que la otra, una con anteojos y otra sin anteojos, la más grande para mi hermana Elsa que es la más grande, la más chica para mí que tenía ya un año, trajo también una canción guitarrera que estaba firmada por papá en la que se contaba una historia donde papá estaba en casa y venían distintos animales que pidiendo comida se amontonaban uno sobre otro, él los alimentaba y después se marchaban; después supimos que esa no era la letra de papá ni su letra sino algo que la vieja armó para no contar que lo habían asesinado y por eso no estaba en la visita, despues nos explicaría, planeaba cosas pensado que saldría, digo para sobrevivir, estaría segura, pienso, que saldría para quedarse con nosotras no de visita sino para siempre.
Nosotras Elsa y yo crecimos separadas: una en Uruguay con la mamá de mi mamá y yo con mis abuelos paternos, tapamos los agujeros de la ausencia fuimos puestas por la familia en el punto justo del dolor, mientras nos perdimos a nosotras mismas como hermanas.
Pero esas dos muñecas permanecieron juntas guardadas en el fondo de una caja con ropa, escondidas, los abuelos tenían miedo que alguien se las lleve como a nosostras, como a sus hijos. Cuando las saqué de la caja debía tener 8 años más o menos, recuerdo ese momento, recuerdo la congoja y la tristeza que sentí, las miraba y les buscaba algo, las desarmé y rearmé buscando una carta o algo que hable de mi mamá, el crecer con los abuelos paternos me llevó también a perder a mi mamá por un tiempo, pero yo sabía que ella estaba en esas muñecas.
A los 18 años comencé una relación con mi hermana no sin complicaciones, claro, en ese momento sentí la necesidad de darle su muñeca, era suya se la mandé con una carta, ahora estábamos las dos juntas.
Nunca jugué con ellas, era algo que se cuidaba pero con lo que no se jugaba, tienen las negritas 29 años, han sido nombradas en los juicios de la ESMA, por donde pasaron mis tíos Osvaldo, Susana, Moni, Víctor y el Sueco, no digo con esto una falta de tiasgo al resto pero con ellos tengo un vínculo que trasciende con creces la militancia, un llevarlos en el corazón por haberme traído también ellos a mis padres y tíos.
Ellas con la presencia reforzaron esos relatos pero no se mostraron hasta que nosotras empezamos a llevarlas, viajaron a España y a Mexico, llevamos de forma mágica a mi mamá a los juicios por sus asesinos y mi mamá habló por medio de las muñecas, reforzó la palabra, con su voz de la cual no tengo registro, habló del espanto pero también habló del amor.
Laura Villaflor.
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