Daniel Tarnopolsky presentó el libro Betina sin aparecer, sobre la historia de su hermana.
"Un desaparecido es un muerto vivo"
En los primeros meses del golpe militar del '76, Daniel perdió a casi toda su familia. De sus padres y su hermano mayor tuvo más adelante detalles de sus asesinatos. Pero de su hermana menor lo que obtuvo fue un mensaje que lo llevó a la búsqueda.
Por Sonia Tessa
Daniel Tarnopolsky tenía sólo 18 años cuando el terrorismo de Estado lo dejó, casi literalmente, solo en el mundo: Sus padres y su hermana menor, Betina, fueron secuestrados en la madrugada del 15 de julio de 1976. Sergio, el hermano mayor, hacía el servicio militar en la Esma y también está desaparecido. Laura, la esposa de Sergio, secuestrada esa misma noche. Desde hace 36 años, Daniel Tarnopolsky quiere saber qué pasó con su familia. Su búsqueda espiritual, que antecede a la tragedia familiar, le brindó algunas respuestas que luego corroboró con relatos de ex detenidos. Tras quince días de cautiverio en la Escuela de Mecánica de la Armada, sus padres y Sergio fueron exterminados en los vuelos de la muerte, como tantos miles. Pero de Betina, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios, que tenía 15 años el día que la llevaron, él no está seguro, cree que ella tuvo un calvario más largo, más duradero.
Después de años de recibir mensajes a través de videntes --que él asegura no haber buscado-- y de militar simultáneamente por memoria, verdad y justicia, Daniel se decidió a escribir la historia de su familia, no sólo como un testimonio, sino también como "una botella al mar" que le permita saber si es cierto que Betina no fue exterminada junto a la familia, que fue derivada a un instituto psiquiátrico. El libro se llama Betina sin aparecer, lo presentó en Rosario el miércoles pasado, y puede conseguirse en tres lugares: el Museo de la Memoria (Córdoba y Moreno, el lugar donde se realizó la presentación), Librería Ross (Córdoba 1347) y Buchín Libros (Entre Ríos 735).
Tarnopolsky habla con un tono contundente, marca cada palabra, sus definiciones no dejan ningún intersticio. Sabe que su historia es emblemática del terrorismo de Estado, y convive con tanta pérdida. A Rosario llegó con su mujer, Mariela Volcovich y con Ester Mancera, que fue compañera de militancia de Betina. En la presentación, Ester quiso volver al presente la vida a Betina. "Teníamos una relación fuerte de militancia. No éramos amigas pero en esa época militar era compartir muchas cosas de la vida cotidiana, que quizás era más fuerte que ser amigas. Yo era militante de la UES y Bettina, además, era más chica que nosotras, era muy cuidada por nosotras, porque tenía dos años menos", rememoró Ester.
La gentileza de Daniel no es edulcorada. Es inevitable pensar que nada en su vida puede serlo. "Le pedí a Ester que viniera, porque la conocí hace no tanto. Ellas están en un proceso de reencuentro de ex militantes de la UES y las casualidades del destino hacen que conociera mucho a mi mujer, y entonces le pedí que viniera a compartir la mesa, para hablar de Betina desde otro lado", cuenta Daniel, que forma parte del comité del Espacio para la Memoria y Derechos Humanos, que funciona en la ex Esma.
"Un desaparecido es un muerto vivo", define y se despacha, al mismo tiempo, con aquello que aún lo atormenta, Tarnopolsky. "Eso fue un gran error, entre comillas, de los psicólogos, sociólogos, filósofos y lo que fuera, que apoyaron a los militares y los asesoraron. Pensaban que la desaparición iba a paralizar a la sociedad, porque este tema de no saber qué pasó con la persona llevada, efectivamente, en el momento te produce un escozor y un congelamiento, porque vos decís: 'Haga lo que haga puede ser peor', pero eso dura un cierto tiempo. Después de un tiempo, cuando vos tocás las puertas oficiales, golpeás, preguntás, pedís y sigue sin haber respuesta y te juntás con otros, y cada vez éramos más los que teníamos familiares desaparecidos de todas las edades, de todo tipo de situación social, política inclusive, entonces se te va el congelamiento y te agarra una fuerza, una voluntad que es casi una violencia para dar vuelta la situación y eso es lo que no para nunca", define Tarnopolsky con precisión. "Te aseguro que a un muerto vos lo enterrás y después de un cierto tiempo, hiciste tu duelo. Si vos tenés una conciencia política muy fuerte vas a ir a luchar, pero probablemente, si no la tenés, llegará un momento donde dirás, bueno, basta. Se murió", dice desde su propia experiencia de familiar de desaparecidos, de único sobreviviente de una familia que integraban Hugo, empresario y Blanca, psicopedagoga. Sergio estaba en plena conscripción. Laura vivía con su familia, mientras Sergio permaneciera en la Esma. Betina había ido a la casa de su abuela materna, por indicación de sus padres, en un vano intento de impedir lo que finalmente ocurrió. Un mes demoró Daniel en comprender que debía irse, en renunciar a quedarse en Buenos Aires esperando noticias de su familia. Partió al exilio en Chile pero como el peligro persistía bajo la dictadura de Augusto Pinochet, se fue a Francia. Nunca dejó de buscar respuestas.
"El desaparecido no está muerto, no sabemos lo que pasó. Ahora lo hemos reconstruido a partir del testimonio de los detenidos desaparecidos. Pero con mi hermana, lo que pasó es que en toda mi búsqueda, como yo siempre tuve una parte espiritual, empecé a buscar a través de los videntes y sobre todo hubieron momentos en que los videntes vinieron a mí más allá de lo que yo buscaba, porque yo quería cerrar la puerta, no quería más, y volvieron, casi me invadieron, y me trajeron información de cosas que habián pasado y que yo corroboré con gente que había estado en la Esma", relata Daniel. Por eso, sigue adelante con la búsqueda de su hermana. "Tengo el convencimiento de que al menos no murió con el resto de la familia, a los 15 días del secuestro. Porque lo que llegué a reconstruir es que como mucho tres semanas después del secuestro, a mis padres y mi hermano los tiraron al mar, y mi hermana seguramente no y vivió el calvario que yo transcribo en el libro. El libro es eso", subraya Daniel. El libro cuenta el calvario que su hermana buscó transmitirle --así lo entiende él-- a través de videntes. Pero también es cierto que esas voces se acallaron después de que él decidió escribir su historia.
La decisión de encarar el libro que hoy difunde poniéndole el cuerpo en todo el país llegó también de una vidente. "Uno de los videntes, el de Francia, me dijo una vez que creía que mi hermana estaba viva pero no la iba a encontrar nunca, que no la buscara", rememoró Daniel pocos minutos antes de la presentación del libro. Lo que él le preguntó a ese vidente fue por qué le hicieron saber que su hermana estaba viva. "Me contestó que éso no me lo podía decir todavía, que debía buscarlo yo. Y el por qué vino muchos años después, a través de Paloma, la vidente de la Argentina, que terminó de armarme la historia y me dijo: 'Tenés que escribir, tenés que transmitir, esta es la única verdad". Si a Betina la vamos a encontrar o no, no sé, nadie sabe. Hasta ahora no la encontré, hasta ahora nadie me dio informaciones de lo que habría pasado desde la realidad material", señala Tarnopolsky.
Para él, el libro es mucho más que el testimonio de la tragedia familiar. "La verdad es que yo pretendo que alguna vez alguien venga a decirme que supo de una chica allá por los años 70 o los 80, o bien que me diga: 'Yo supe de una enferma que estaba en tal hospicio, en tal manicomio y cuya historia era extraña. Es una botella al mar, es una búsqueda de respuesta. También vivo sabiendo que es muy probable que nunca la tenga. Yo no renuncio a buscarla de las maneras más sutiles que hay, pero se ha acallado, desde que yo escribí el libro, en los últimos dos años, Betina se acalló, los videntes no reciben más de ella, pero hasta ahora ninguno me dijo, está muerta, es una cosa extraña", exhibe sus convicciones.
En ese punto de la charla, surge una pregunta. ¿No puede ser que la misma difusión de la historia de Betina signifique plasmar su deseo de volver a la vida? "Puede ser, tenés toda la razón", responde Daniel. Ester interviene, está interesada en mostrar su punto de vista. "Yo creo que sí, porque a partir, quizás, de que Daniel puede mostrar el libro que venía escribiendo, y que de alguna manera podemos darle vida y mostrar lo que Betina significaba --lanza Ester Mancera--, estamos mostrando la parte vital de Betina, la parte que está de Betina y de muchos otros compañeros. Para mí, Betina está viva desde todo esto que pudimos traer, junto con la cantidad de compañeros nuestros secundarios, que estamos tratando de traerlos de a uno en su individualidad. Quizás por eso se acallaron los videntes".
Por eso, para Daniel, este libro es una botella al mar. Y cada uno que reciba ese mensaje, que tenga algo para aportar, puede escribir a betinasinaparecer@gmail.com.
"Un desaparecido es un muerto vivo"
En los primeros meses del golpe militar del '76, Daniel perdió a casi toda su familia. De sus padres y su hermano mayor tuvo más adelante detalles de sus asesinatos. Pero de su hermana menor lo que obtuvo fue un mensaje que lo llevó a la búsqueda.
Por Sonia Tessa
Daniel Tarnopolsky tenía sólo 18 años cuando el terrorismo de Estado lo dejó, casi literalmente, solo en el mundo: Sus padres y su hermana menor, Betina, fueron secuestrados en la madrugada del 15 de julio de 1976. Sergio, el hermano mayor, hacía el servicio militar en la Esma y también está desaparecido. Laura, la esposa de Sergio, secuestrada esa misma noche. Desde hace 36 años, Daniel Tarnopolsky quiere saber qué pasó con su familia. Su búsqueda espiritual, que antecede a la tragedia familiar, le brindó algunas respuestas que luego corroboró con relatos de ex detenidos. Tras quince días de cautiverio en la Escuela de Mecánica de la Armada, sus padres y Sergio fueron exterminados en los vuelos de la muerte, como tantos miles. Pero de Betina, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios, que tenía 15 años el día que la llevaron, él no está seguro, cree que ella tuvo un calvario más largo, más duradero.
Después de años de recibir mensajes a través de videntes --que él asegura no haber buscado-- y de militar simultáneamente por memoria, verdad y justicia, Daniel se decidió a escribir la historia de su familia, no sólo como un testimonio, sino también como "una botella al mar" que le permita saber si es cierto que Betina no fue exterminada junto a la familia, que fue derivada a un instituto psiquiátrico. El libro se llama Betina sin aparecer, lo presentó en Rosario el miércoles pasado, y puede conseguirse en tres lugares: el Museo de la Memoria (Córdoba y Moreno, el lugar donde se realizó la presentación), Librería Ross (Córdoba 1347) y Buchín Libros (Entre Ríos 735).
Tarnopolsky habla con un tono contundente, marca cada palabra, sus definiciones no dejan ningún intersticio. Sabe que su historia es emblemática del terrorismo de Estado, y convive con tanta pérdida. A Rosario llegó con su mujer, Mariela Volcovich y con Ester Mancera, que fue compañera de militancia de Betina. En la presentación, Ester quiso volver al presente la vida a Betina. "Teníamos una relación fuerte de militancia. No éramos amigas pero en esa época militar era compartir muchas cosas de la vida cotidiana, que quizás era más fuerte que ser amigas. Yo era militante de la UES y Bettina, además, era más chica que nosotras, era muy cuidada por nosotras, porque tenía dos años menos", rememoró Ester.
La gentileza de Daniel no es edulcorada. Es inevitable pensar que nada en su vida puede serlo. "Le pedí a Ester que viniera, porque la conocí hace no tanto. Ellas están en un proceso de reencuentro de ex militantes de la UES y las casualidades del destino hacen que conociera mucho a mi mujer, y entonces le pedí que viniera a compartir la mesa, para hablar de Betina desde otro lado", cuenta Daniel, que forma parte del comité del Espacio para la Memoria y Derechos Humanos, que funciona en la ex Esma.
"Un desaparecido es un muerto vivo", define y se despacha, al mismo tiempo, con aquello que aún lo atormenta, Tarnopolsky. "Eso fue un gran error, entre comillas, de los psicólogos, sociólogos, filósofos y lo que fuera, que apoyaron a los militares y los asesoraron. Pensaban que la desaparición iba a paralizar a la sociedad, porque este tema de no saber qué pasó con la persona llevada, efectivamente, en el momento te produce un escozor y un congelamiento, porque vos decís: 'Haga lo que haga puede ser peor', pero eso dura un cierto tiempo. Después de un tiempo, cuando vos tocás las puertas oficiales, golpeás, preguntás, pedís y sigue sin haber respuesta y te juntás con otros, y cada vez éramos más los que teníamos familiares desaparecidos de todas las edades, de todo tipo de situación social, política inclusive, entonces se te va el congelamiento y te agarra una fuerza, una voluntad que es casi una violencia para dar vuelta la situación y eso es lo que no para nunca", define Tarnopolsky con precisión. "Te aseguro que a un muerto vos lo enterrás y después de un cierto tiempo, hiciste tu duelo. Si vos tenés una conciencia política muy fuerte vas a ir a luchar, pero probablemente, si no la tenés, llegará un momento donde dirás, bueno, basta. Se murió", dice desde su propia experiencia de familiar de desaparecidos, de único sobreviviente de una familia que integraban Hugo, empresario y Blanca, psicopedagoga. Sergio estaba en plena conscripción. Laura vivía con su familia, mientras Sergio permaneciera en la Esma. Betina había ido a la casa de su abuela materna, por indicación de sus padres, en un vano intento de impedir lo que finalmente ocurrió. Un mes demoró Daniel en comprender que debía irse, en renunciar a quedarse en Buenos Aires esperando noticias de su familia. Partió al exilio en Chile pero como el peligro persistía bajo la dictadura de Augusto Pinochet, se fue a Francia. Nunca dejó de buscar respuestas.
"El desaparecido no está muerto, no sabemos lo que pasó. Ahora lo hemos reconstruido a partir del testimonio de los detenidos desaparecidos. Pero con mi hermana, lo que pasó es que en toda mi búsqueda, como yo siempre tuve una parte espiritual, empecé a buscar a través de los videntes y sobre todo hubieron momentos en que los videntes vinieron a mí más allá de lo que yo buscaba, porque yo quería cerrar la puerta, no quería más, y volvieron, casi me invadieron, y me trajeron información de cosas que habián pasado y que yo corroboré con gente que había estado en la Esma", relata Daniel. Por eso, sigue adelante con la búsqueda de su hermana. "Tengo el convencimiento de que al menos no murió con el resto de la familia, a los 15 días del secuestro. Porque lo que llegué a reconstruir es que como mucho tres semanas después del secuestro, a mis padres y mi hermano los tiraron al mar, y mi hermana seguramente no y vivió el calvario que yo transcribo en el libro. El libro es eso", subraya Daniel. El libro cuenta el calvario que su hermana buscó transmitirle --así lo entiende él-- a través de videntes. Pero también es cierto que esas voces se acallaron después de que él decidió escribir su historia.
La decisión de encarar el libro que hoy difunde poniéndole el cuerpo en todo el país llegó también de una vidente. "Uno de los videntes, el de Francia, me dijo una vez que creía que mi hermana estaba viva pero no la iba a encontrar nunca, que no la buscara", rememoró Daniel pocos minutos antes de la presentación del libro. Lo que él le preguntó a ese vidente fue por qué le hicieron saber que su hermana estaba viva. "Me contestó que éso no me lo podía decir todavía, que debía buscarlo yo. Y el por qué vino muchos años después, a través de Paloma, la vidente de la Argentina, que terminó de armarme la historia y me dijo: 'Tenés que escribir, tenés que transmitir, esta es la única verdad". Si a Betina la vamos a encontrar o no, no sé, nadie sabe. Hasta ahora no la encontré, hasta ahora nadie me dio informaciones de lo que habría pasado desde la realidad material", señala Tarnopolsky.
Para él, el libro es mucho más que el testimonio de la tragedia familiar. "La verdad es que yo pretendo que alguna vez alguien venga a decirme que supo de una chica allá por los años 70 o los 80, o bien que me diga: 'Yo supe de una enferma que estaba en tal hospicio, en tal manicomio y cuya historia era extraña. Es una botella al mar, es una búsqueda de respuesta. También vivo sabiendo que es muy probable que nunca la tenga. Yo no renuncio a buscarla de las maneras más sutiles que hay, pero se ha acallado, desde que yo escribí el libro, en los últimos dos años, Betina se acalló, los videntes no reciben más de ella, pero hasta ahora ninguno me dijo, está muerta, es una cosa extraña", exhibe sus convicciones.
En ese punto de la charla, surge una pregunta. ¿No puede ser que la misma difusión de la historia de Betina signifique plasmar su deseo de volver a la vida? "Puede ser, tenés toda la razón", responde Daniel. Ester interviene, está interesada en mostrar su punto de vista. "Yo creo que sí, porque a partir, quizás, de que Daniel puede mostrar el libro que venía escribiendo, y que de alguna manera podemos darle vida y mostrar lo que Betina significaba --lanza Ester Mancera--, estamos mostrando la parte vital de Betina, la parte que está de Betina y de muchos otros compañeros. Para mí, Betina está viva desde todo esto que pudimos traer, junto con la cantidad de compañeros nuestros secundarios, que estamos tratando de traerlos de a uno en su individualidad. Quizás por eso se acallaron los videntes".
Por eso, para Daniel, este libro es una botella al mar. Y cada uno que reciba ese mensaje, que tenga algo para aportar, puede escribir a betinasinaparecer@gmail.com.
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