domingo, 18 de noviembre de 2012

Juan Carlos Campopiano, mi hermano

A MANERA DE CONFESION

Uno sigue creyendo más allá de la ausencia
uno amontona soledades en el fondo de un espejo
y después de todo piensa que ya no hay tiempo
para volver a ser un hombre en medio del silencio.
Uno le copia los gestos a la lluvia antes que los días inventen otro esquema
que casi siempre habla de ojos grises y lejanos.
Uno se recuesta en las palabras más inútiles,
uno aprende idioma
s extraños de tarde o de mañana
y después se olvida de dibujar el punto de partida.


Uno nunca está demás con sus preguntas pero tampoco hace falta escribiendo un sueño;
uno acaso es un poco de lo que siempre quiso ser y jamás se animó.
Uno sigue creyendo más allá de la ausencia
quizás porque fue la ausencia la que perdió los recuerdos en una mirada azul y pequeña.
Uno va y viene de tanta gente que pasa,
uno espera lo que sabe que no existe,
le pone un largo número a la piel mas dulce y al final está en el mismo lugar
donde el regreso dice cosas que no terminan de entenderse.
Uno recurre a la duda más inédita para palpar la ternura que falta en los rincones
Donde una vez nos detuvimos a mirar las horas.
Uno, a pesar de todo, camina sin puntos suspensivos
por esta enorme historia que lo abarca;
uno renuncia, simplemente, a lo que no quiere ser.

Julio César Campopiano, poeta y escritor. Secuestrado y desaparecido el 21/10/76.Mi hermano.
Leí que los eclipses totales de sol sirven para soltar y dejar partir. Me ha costado tanto… y tal vez llegó la hora, finalmente, después de un duelo de décadas que no acaba de terminar. Ni siquiera te enteraste de tu último premio, el Jacques Prevert, auspiciado por la Embajada de Francia: Hacía veinte días que te habían secuestrado en la dictadura.
Este, tu poema premiado con el primer puesto en aquel concurso del Gymnasium, cuando apenas tenías 16 o 17 años, forma parte de tu sueño más preciado: Un libro. No lo publicaste vos, sino mamá, mientras te esperó y te esperó, hasta que cerró los ojos definitivamente y ya no hubo caso. Pudo verte, pero no aquí, sino allá. Juntó tu literatura, esa inmensa producción que dejaste como si la vida te apremiara a ser vivida, bebida, en un solo sorbo, le puso un nombre – Cantar del Tiempo, porque como ella misma decía “mi hijo fue un canto a la vida, a la que amaba…” – y fue editada en el país de los elfos: Suecia. Esos elfos que deseabas acompañaran el nombre de tu hija tan anhelada que nunca vio la luz: Ana de los Elfos…y para quien le escribiste el poema que la editorial decidió quede estampado en la pagina 80. Y 80 eran los años que pensábamos vivir juntos, hacernos viejitos como hermanos queridos, pero la historia, la bestialidad menos imaginada, quiso convertir en 18 casi 19.
Han pasado tantas cosas…decidí colgarte en un lugar donde todos te ven, y al mismo tiempo pueden elegir no verte con un simple, “ocular esta historia”. Decidí compartirte, y también existe la opción que no te compartan. Hoy, hubieras pasado de tu adorada maquinita de escribir portátil a la informática mas avanzada. Todavía la conservo, como conservo tantas hermosas historias que compartimos…como aquella vez, los dos tirados un atardecer de verano, en patas, sobre el césped húmedo de Río Ceballos, vos con 10 y yo con 6, apenas unos niños que ni siquiera conocían el mar…y lo deseábamos tanto. “Julio, ¿que habrá del otro lado del mar?” Dragones…ni dudarlo….” Y yo te creí, sabés? Te creía todo, porque todo en vos era creíble. Tu sonrisa, tus sueños, tu fantástico y ocurrente humor. Tu rapidez mental para captar cualquier situación. Me traducías todo…y me quedé sin traductor.
Esta será una corta y definitiva despedida. Te voy a tener que dejar ir, seguramente al país de los elfos, esos cuentos fantásticos que tantas veces me contaste y formaron parte de nuestro pacto secreto, cuidarnos mutuamente.
Te cuento que en esta corta despedida, cada tanto, voy a colgar tus poemas, pero solo algunos, porque soy egoísta y esto de compartirte funciona hasta cierto punto. Vos me entendes.
No pudiste llegar a la universidad porque no te dejaron. Hubieras sido un excelente periodista, orgullo de hermana. Me seguís entendiendo, verdad? Pero llegaste lejos, tu libro llegó para quedarse en algunas bibliotecas – Harvard, Indiana, el Congreso de EEUU y hasta la nacional nuestra – y es, como te dije, mérito de tu madre: Quería darte una sorpresa por si alguna vez el milagro nos alcanzaba: Recuperarte…pero te mataron y lo que mas me duele, es no haberte sostenido la manito en esa instancia final. Porque morir solo, así, salvajemente torturado, me remite a aquella frase en tu poema “Forma de Morir”, como una videncia triste y perfecta “..y yo, con mi lenguaje moviéndose a través de la tragedia…”, porque como dijiste: “aprendí de cada día, acumulando dudas y recuerdos/desparramando sueños por todas partes/a hacerle frente a la sombra de mi vida/aunque venga tirando a muerte.”
Gracias por haber sido un maravilloso hermano y ser humano, aunque sea por poquito tiempo. Hasta siempre. Mimí.

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