Los huesos de sus progenitores, Sebastián Llorens y Diana Triay, militantes del ERP, fueron encontrados circunstancial y recientemente, por el Equipo Argentino de Antropología Forense, en un descampado en la provincia de Buenos Aires.
Habla despejada y pausada como si lo que estuviese viviendo fuese algo cotidiano.A pesar que pasó una semana super intensa, en su casa de Villa Rivera Indarte, al margen de la Ciudad de Córdoba,toda esta tranquilo.Sus paredes no parecen sentir la intensidad de emociones que viven sus ocupantes Carolina Llorens y familia. Ella es hija de Sebastián Llorens y Diana Triay,dos militantes cordobeses del ERP -Ejército Revolucionario del Pueblo- que desde 1975 estaban desaparecidos y cuyos restos fueron encontrados de manera circunstancial recientemente, por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF)en un descampado, al borde de una acequia, en el barrio Sarmiento en provincia de Buenos Aires.
Precisamente, luego de 38 años, los restos de Sebastián y Diana, tras una evocación realizada en Buenos Aires, fueron traídos a Córdoba esta semana para ser despedidos por familiares y amigos. “Es una emoción muy grande donde el que la mejor la definió es un tío mío llamado Bernardo (Llorens) que dijo que todo esto es una “extraña alegría”. Digamos, una alegría muy grande por haber encontrado algo que esperábamos, y a la vez una sensación dolorosa porque es encontrar los restos de alguien” nos explica Carolina,fundadoras de HIJOS Córdoba, y patrona de una historia que, por sus singularidades, parece germinada de un guion cinematográfico.
-¿Qué significó todo este increíble hallazgo de los “huesitos” de tus padres, como vos los llamas?
-Un montón de emociones contradictorias y ambiguas. Primero lo viví con una gran ansiedad. Cuando el equipo de antropología dijo que venía a vernos, nos preguntábamos ¿a quién encontraron?, ¿encontraron a uno?, ¿encontraron a los dos? Y cuando vino Anahí (Ginarte) del EAAF y nos dijo: “encontramos a tu mamá y casi con seguridad a tu papá”… Fue una emoción muy fuerte, muy intensa.
-¿Y cuándo pasó todo esto?
-Del el EAAF me hablan entre el 6 de marzo. Yo me estaba yendo de viaje. Ello ya tenían la confirmación científica basado en el estudio de ADN que decía que los restos hallados eran de mis padres. Luego, el 8 de marzo, vinieron a decírmelo a mi casa. Nos juntamos acá. Y fue una emoción muy grande que el que mejor la definió es un tío mío llamado Bernardo (Llorens) que dijo que es una “extraña alegría”. Digamos, una alegría muy grande por haber encontrado algo que esperábamos, y a la vez una sensación dolorosa porque es encontrar los restos de alguien.
-¿Alguna vez vos, o tu familia, habían imaginado algo así?
-Yo había pensado. Había soñado enterrarlos cuando era muy adolescente. Porque era muy difícil crecer con esta incertidumbre. Pero también siempre había un atisbo de esperanza, incluso la posibilidad de que se hayan ido, o que estén perdidos en un loquero. Digamos, como que siempre, había un atisbo en esta cosa de la desaparición; una figura que lo que más fomenta es la incertidumbre. Además, porquefamiliarmente siempre es muy difícil despedir a alguien que se quiere mucho y no se sabe que pasó.
-¿Cuándo fueron secuestrados Dina y Sebastián?
-En la madrugada del 9 diciembre de 1975. Estábamos toda la familia junta: Sebastián y Diana, Joaquín (mi hermano) y yo. Hacía meses que no estábamos todos juntos. Mi papá venía conmigo de Mendoza y mi mamá estaba con mi hermano en Buenos Aires. Se juntaron en un departamento en Buenos Aires, en la calle Callao 1158, pleno Barrio Norte, que era un lugar donde ellos se juntaban habitualmente. El departamento era de un matrimonio uruguayo que también fue secuestrado. Mi papá llegó a Buenos Aires el 8 de diciembre, y esa madrugada entró una patota de unas 13 personas, armadas, encapuchadas, sin identificación, que luego dijeron que eran de la policía, y se lo llevaron. Con lo cual, por su forma de proceder, podemos sospechar que eran patotas donde trabajaban en conjunto policía,militares, empleados.
-¿Quiénes lo secuestraron, las tres A?
-Era digamos, y por eso la causa está en el primer cuerpo de ejército, toda la parte de represión que se instaló más sistemáticamente, después de octubre del ´75 luego de un decreto que firmaron (Ítalo) Luder y (Jorge Rafael) Videla donde se autoriza la aniquilación de la subversión. Por eso en esa época no sólo caen mis padres, sino una cantidad de personas, con los mismos procedimientos que lo van a hacer luego en la dictadura.
-¿Y con vos y tu hermanó que pasó?, ¿con quién se quedaron?
-Los secuestradores nos dejaron con el portero y le dicen que ya nos van a venir a buscar. Éramos muy chicos. Yo tenía un año y medio, y mi hermano tres meses. El portero tenía un miedo feroz por la situación. De hecho nunca lo pudimos ver, ni quiso hablar con nadie de la familia. A él, le dio mucho miedo y le preguntó a unos abogados que vivían en el edificio que hacer con nosotros.
-Mientras tanto,¿quién le daba de comer a tu hermano, que era prácticamente un bebé?
-Nadie. Imagínate, era un bebito absolutamente dependiente de la teta y la mamadera. Aparte éramos muy robables, porque éramos muy chiquitos.
-¿Y por qué no se los robaron?
-Porque no tenían el plan de apropiación sistemático de bebe. Todo esto fue en el ’75. Si hubiera sido en el ‘76 nosotros no estamos contando el cuento este, al menos de esta forma.
-¿Y qué hizo el portero con ustedes?
-Los abogados que vivían en el departamento, le recomiendan al portero, que haga la denuncia en la policía. El hace la denuncia y de allí pasamos a la policía, quien luego inmediatamente informó al juzgado de menores, allí tuvimos la suerte de caer en juzgado de Alicia Oliveira, una persona con un compromiso muy alto, que hizo todos los pasos legales que deben hacerse cuando se encuentra un chico. Nos sacó una foto, las publicó en el diario. Tras ello nos lleva a la Casa Cuna. En ese lugar, por aquellas coincidencias de la vida, era voluntaria María Susana Nochetti, secretaria del Juzgado de Oliveira. Y cuando ella fue hacer el voluntariado, desde Casa Cuna le dijeron, mira estos chicos que trajeron de tu juzgado, están re sanitos, acá tenemos una epidemia de sarampión, ¿por qué no te los llevas? Entonces “Masu” -María Susana Nochetti- cuenta que ahí nomás llamó al marido por teléfono y le dijo: “tenes dos hijos” (risas).
-O sea que en poquísimo tiempo pasaste, de los brazos de tus padres al portero; del portero a la policía; de la policía a la justicia; de la justicia a la Casa Cuna; y de allí a los brazos de María Susana Nochetti o “Masu” como le decís vos.
-Sí. Masu y Fede, con quien nos seguimos viendo y hoy son una especie de abuelos de mis hijos, nos cuidaron esos días, paralelamente a que mis abuelos y mi familia se enteraron de que nosotros estábamos desaparecidos y mis padres secuestrados.
-¿Cómo se enteró? Porque toda tu familia vivía en Córdoba.
-Se enteró por dos maneras distintas. Una, es una compañera de mi madre, que estaba con ella en la misma célula del ERP, y con quien mi mamá tenía una cita al día siguiente. Pero cuando mi mamá no va a la cita, ella empezó a sospechar. Ella luego lee el diario y ve la noticia donde decía que habían secuestrado un matrimonio.Luego, al poco tiempo, ve que salimos nosotros. Ella nos reconoce, porque nos conocía, y como de casualidad sabía el nombre verdadero de mi mamá, porque generalmente en ese entonces nadie sabía los nombres de nadie, comenzó a buscar en la guía y encontró a un Triay pariente a quien le dijo: “ha ocurrido un accidente. Fíjense en el diario tal de tal día”. El otro aviso vino por el lado de mi abuelo materno (Hugo Triay) quien tuvo una llamada directa a un teatro que él tenía de Ofelia Santucho (esposa de Oscar Asdrúbal, fundador del PRT y hermano del líder guerrillero de Mario Santucho) que por ese entonces había sido secuestrada con ocho niños y había estado en el mismo campo de concentración donde estaban mis papás. En ese campo de concentración, Ofelia se encontró con mi mamá y le comentó su preocupación sobre nosotros, y mi mamá le hace memorizar el teléfono del teatro de mi abuelo.Así, cuando Ofelia salió, llamó al teatro, y le dijo a mi abuelo que nosotros estábamos en Buenos Aires, que por favor nos fuera a buscar.
-¿Y el regreso a la familia biológica cómo fue?
-Volvimos a la familia porque mi abuelos maternos, con una tía, a fines de diciembre, viajaron a Buenos Aires y fueron al juzgado de Oliveira. Aun así, mi abuela no tenía ninguna prueba para demostrar que nosotros éramos sus nietos. No teníamos documentos. Yo apenas tenía una partida de nacimiento, y mi hermano nada porque siquiera estaba anotado legalmente. No lo habían llegado a anotar. De hecho, fue todo un proceso la afiliación de mi hermano también.
-¿Y cómo hizo pata que la jueza se los devuelva?
-Es otras de las grandes coincidencias que hubo. Cuando me sacaron la foto que publicaron en el diario, yo tenía puesto un delantalito que hacía un mes mi abuela me había regalado. Lo había hecho ella. Era un molde muy particular porque, mi abuela, como buena andaluza, lo había hecho usando los mínimos recursos, con pedacitos y puntillitas de tela. Entonces, mi abuela le describió a la jueza como era el molde exacto de ese delantal. Y la Jueza, a partir de eso, nos devolvió a mis abuelos.
-¿Cómo fue el recuentro?
-“Masu” y Fede nos habían cuidado tan amorosamente todo este tiempo que cuando apareció mi abuela a buscarnos, yo estaba aferrada a la pata de la “Masu” y no me quería ir por nada del mundo. Imagínate, yo acababa de perder a mi papá y mi mamá, no quería volver a perder nada. A todo esto, mi abuela lloraba.
-Y sobre tus padres ¿qué sabes de ellos luego del secuestro?
-La hipótesis más cercana que tenemos es que estuvieron en un campo de concentración que se llamaba “Puente 12”. Antes de esto teníamos diferentes versiones, pero con el hallazgo en este lugar, esta es la hipótesis más sólida. Los restos fueron encontrados a dos kilómetros de lo que era un conglomerado de campos de concentración. En la zona están: El Vesubio, Cuaterismo, y otro, que ahora el Equipo Argentino de Antropología Forense descubrió, con observaciones satelitales, que se llamó “Puente 12”.
-¿En Puente 12 se encontró con Ofelia Santucho?
-Sí. Ellos pensaban que era Campo de Mayo, pero todo indica que en realidad es Puente 12. Ofelia dice que creía que estaban en Campo de Mayo porque había escuchado esto de quienes la habían secuestrado. Pero, hay que tener en cuenta, que los militares solían hacer este tipo de cosas para que la gente que secuestraban se confunda y no supiera para dónde la llevaban.
-¿Dónde encontraron los restos?
-Los restos los encuentran, circunstancialmente, en octubre del 2012, gente del Barrio Sarmiento, a las orillas del rio La Matanza provincia de Buenos Aires. Es un lugar donde empieza a haber todo un descampado y originalmentehabía muchas lagunas que, con el paso del tiempo, se fueron rellenando con basura y escombros que traían de Capital Federal. El barrio es un asentamiento que está desde el 2008. Su mayoría son inmigrantes bolivianos, paraguayos, peruanos. La municipalidad no reconoce a ese sitio como barrio, aunque son un asentamiento muy organizado con asambleas de vecinos y delegados de manzana. De hecho, gracias a esa organización, los encontramos.
-¿Por qué?
-Porque, circunstancialmente, mientras los vecinos iban sacando tierra para terraplenar sus casitas, unos chicos encontraron unos restos humanos. Eran los cráneos y se pegaron un sustazo bárbaro. Estas personas se animan a decirle al delegado de manzana que habían encontrado estos restos, algo que perfectamente podrían no haber hecho, quien luego hace la denuncia y tras la cual viene la policía forense y se lleva los restos.
-¿Y a partir de qué elementos el fiscal entendió que podrían tratarse de víctima del terrorismo de Estado?
- En un principio pensaron que podía ser alguien víctima de la trata. Porque en ese lugar, a menudo, aparecen muchos muertos de las mafias. Pero luego, como no tenía ninguna pista por esos restos, para sacarse la incógnita de que fueran desaparecidos, los manda al EAAF (Equipo Argentino de Antropológica Forense) por las dudas. Al Equipo Argentino de Antropología, al principio tampoco le parecía que pudieran ser “uno de los nuestros”, como dicen ellos. Porque hasta ese entonces, no había casos donde se encontraran restos en un lugar así, en un descampado. Sólo les llamó la atención que los cuatro jóvenes hallados eran todos jóvenes de clase media.
-¿Y cómo sabían que eran de clase media?
-Porque tienen arreglos dentarios. Hay ciertos detalles que se pueden ver antropológicamente, cuando se ven los huesos, que dan ciertos indicios de la procedencia social. Por ejemplo, mi mamá tiene prótesis y están impecables. Eso era un dato porque en las clases más bajas, no tiene prótesis.A partir de ahí empiezan a hacer los estudios con el banco genético, con la comparación de datos genéticos informatizados, con un sistema realmente increíble, de toda la gente que ha ido a dar sangre. Así, los primeros estudios empiezan a dar positivo, y ahí ellos dicen “es uno de los nuestros” (risas). Después de eso vino el proceso donde determinaron fehacientemente que eran Sebastián Llorens y Diana Triay.
-¿Todo esto estamos hablando de cuándo?
-Ellos encontraron los restos el 26 de octubre del 2012. Pero no sé cuándo fue que el equipo de antropología forense comenzó específicamente a trabajar.
-¿Pero vos hasta ese momento no sabías nada?
-Nada de nada. Recién me enteré el primero de marzo pasado. Porque ellos, hasta que no tienen la certeza genética, no te dicen nada, para no generarte falsas expectativas
-Otro hecho significativo del hallazgo es el cuerpo de tu mamá y tu papá estaban juntos…
-Sí, increíble. Además, otro hecho muy fuerte fue que los encontraran en ese lugar, y no en cualquier otro barrio. Porque en ese barrio, en ese lugar, y siguen las coincidencias que nos siguen sorprendiendo, trabaja el Movimiento Campesino Indígena, una organización con la cual venimos trabajando hace años con mi esposo (César Marchesino). Incluso, en ese barrio, meses antes que encontraran los restos, mi esposo había ido a trabajar en un relevamiento y justo le tocó relevar ese lugar y pasó a metros de donde luego hallaron los huesos. Por eso, cuando el Equipo Antropológico nos dijo que habían sido encontrados en ese lugar, agarramos a nuestros amigos que trabajaban en el Movimiento Campesino y les dijimos si podía averiguar en el barrio si habían encontrado unos restos en octubre. Desde allá nos respondieron que si, que lo habían encontrado, ahí si ya nos quedamos sorprendidos y se nos pararon los pelos.
Habla despejada y pausada como si lo que estuviese viviendo fuese algo cotidiano.A pesar que pasó una semana super intensa, en su casa de Villa Rivera Indarte, al margen de la Ciudad de Córdoba,toda esta tranquilo.Sus paredes no parecen sentir la intensidad de emociones que viven sus ocupantes Carolina Llorens y familia. Ella es hija de Sebastián Llorens y Diana Triay,dos militantes cordobeses del ERP -Ejército Revolucionario del Pueblo- que desde 1975 estaban desaparecidos y cuyos restos fueron encontrados de manera circunstancial recientemente, por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF)en un descampado, al borde de una acequia, en el barrio Sarmiento en provincia de Buenos Aires.
Precisamente, luego de 38 años, los restos de Sebastián y Diana, tras una evocación realizada en Buenos Aires, fueron traídos a Córdoba esta semana para ser despedidos por familiares y amigos. “Es una emoción muy grande donde el que la mejor la definió es un tío mío llamado Bernardo (Llorens) que dijo que todo esto es una “extraña alegría”. Digamos, una alegría muy grande por haber encontrado algo que esperábamos, y a la vez una sensación dolorosa porque es encontrar los restos de alguien” nos explica Carolina,fundadoras de HIJOS Córdoba, y patrona de una historia que, por sus singularidades, parece germinada de un guion cinematográfico.
-¿Qué significó todo este increíble hallazgo de los “huesitos” de tus padres, como vos los llamas?
-Un montón de emociones contradictorias y ambiguas. Primero lo viví con una gran ansiedad. Cuando el equipo de antropología dijo que venía a vernos, nos preguntábamos ¿a quién encontraron?, ¿encontraron a uno?, ¿encontraron a los dos? Y cuando vino Anahí (Ginarte) del EAAF y nos dijo: “encontramos a tu mamá y casi con seguridad a tu papá”… Fue una emoción muy fuerte, muy intensa.
-¿Y cuándo pasó todo esto?
-Del el EAAF me hablan entre el 6 de marzo. Yo me estaba yendo de viaje. Ello ya tenían la confirmación científica basado en el estudio de ADN que decía que los restos hallados eran de mis padres. Luego, el 8 de marzo, vinieron a decírmelo a mi casa. Nos juntamos acá. Y fue una emoción muy grande que el que mejor la definió es un tío mío llamado Bernardo (Llorens) que dijo que es una “extraña alegría”. Digamos, una alegría muy grande por haber encontrado algo que esperábamos, y a la vez una sensación dolorosa porque es encontrar los restos de alguien.
-¿Alguna vez vos, o tu familia, habían imaginado algo así?
-Yo había pensado. Había soñado enterrarlos cuando era muy adolescente. Porque era muy difícil crecer con esta incertidumbre. Pero también siempre había un atisbo de esperanza, incluso la posibilidad de que se hayan ido, o que estén perdidos en un loquero. Digamos, como que siempre, había un atisbo en esta cosa de la desaparición; una figura que lo que más fomenta es la incertidumbre. Además, porquefamiliarmente siempre es muy difícil despedir a alguien que se quiere mucho y no se sabe que pasó.
-¿Cuándo fueron secuestrados Dina y Sebastián?
-En la madrugada del 9 diciembre de 1975. Estábamos toda la familia junta: Sebastián y Diana, Joaquín (mi hermano) y yo. Hacía meses que no estábamos todos juntos. Mi papá venía conmigo de Mendoza y mi mamá estaba con mi hermano en Buenos Aires. Se juntaron en un departamento en Buenos Aires, en la calle Callao 1158, pleno Barrio Norte, que era un lugar donde ellos se juntaban habitualmente. El departamento era de un matrimonio uruguayo que también fue secuestrado. Mi papá llegó a Buenos Aires el 8 de diciembre, y esa madrugada entró una patota de unas 13 personas, armadas, encapuchadas, sin identificación, que luego dijeron que eran de la policía, y se lo llevaron. Con lo cual, por su forma de proceder, podemos sospechar que eran patotas donde trabajaban en conjunto policía,militares, empleados.
-¿Quiénes lo secuestraron, las tres A?
-Era digamos, y por eso la causa está en el primer cuerpo de ejército, toda la parte de represión que se instaló más sistemáticamente, después de octubre del ´75 luego de un decreto que firmaron (Ítalo) Luder y (Jorge Rafael) Videla donde se autoriza la aniquilación de la subversión. Por eso en esa época no sólo caen mis padres, sino una cantidad de personas, con los mismos procedimientos que lo van a hacer luego en la dictadura.
-¿Y con vos y tu hermanó que pasó?, ¿con quién se quedaron?
-Los secuestradores nos dejaron con el portero y le dicen que ya nos van a venir a buscar. Éramos muy chicos. Yo tenía un año y medio, y mi hermano tres meses. El portero tenía un miedo feroz por la situación. De hecho nunca lo pudimos ver, ni quiso hablar con nadie de la familia. A él, le dio mucho miedo y le preguntó a unos abogados que vivían en el edificio que hacer con nosotros.
-Mientras tanto,¿quién le daba de comer a tu hermano, que era prácticamente un bebé?
-Nadie. Imagínate, era un bebito absolutamente dependiente de la teta y la mamadera. Aparte éramos muy robables, porque éramos muy chiquitos.
-¿Y por qué no se los robaron?
-Porque no tenían el plan de apropiación sistemático de bebe. Todo esto fue en el ’75. Si hubiera sido en el ‘76 nosotros no estamos contando el cuento este, al menos de esta forma.
-¿Y qué hizo el portero con ustedes?
-Los abogados que vivían en el departamento, le recomiendan al portero, que haga la denuncia en la policía. El hace la denuncia y de allí pasamos a la policía, quien luego inmediatamente informó al juzgado de menores, allí tuvimos la suerte de caer en juzgado de Alicia Oliveira, una persona con un compromiso muy alto, que hizo todos los pasos legales que deben hacerse cuando se encuentra un chico. Nos sacó una foto, las publicó en el diario. Tras ello nos lleva a la Casa Cuna. En ese lugar, por aquellas coincidencias de la vida, era voluntaria María Susana Nochetti, secretaria del Juzgado de Oliveira. Y cuando ella fue hacer el voluntariado, desde Casa Cuna le dijeron, mira estos chicos que trajeron de tu juzgado, están re sanitos, acá tenemos una epidemia de sarampión, ¿por qué no te los llevas? Entonces “Masu” -María Susana Nochetti- cuenta que ahí nomás llamó al marido por teléfono y le dijo: “tenes dos hijos” (risas).
-O sea que en poquísimo tiempo pasaste, de los brazos de tus padres al portero; del portero a la policía; de la policía a la justicia; de la justicia a la Casa Cuna; y de allí a los brazos de María Susana Nochetti o “Masu” como le decís vos.
-Sí. Masu y Fede, con quien nos seguimos viendo y hoy son una especie de abuelos de mis hijos, nos cuidaron esos días, paralelamente a que mis abuelos y mi familia se enteraron de que nosotros estábamos desaparecidos y mis padres secuestrados.
-¿Cómo se enteró? Porque toda tu familia vivía en Córdoba.
-Se enteró por dos maneras distintas. Una, es una compañera de mi madre, que estaba con ella en la misma célula del ERP, y con quien mi mamá tenía una cita al día siguiente. Pero cuando mi mamá no va a la cita, ella empezó a sospechar. Ella luego lee el diario y ve la noticia donde decía que habían secuestrado un matrimonio.Luego, al poco tiempo, ve que salimos nosotros. Ella nos reconoce, porque nos conocía, y como de casualidad sabía el nombre verdadero de mi mamá, porque generalmente en ese entonces nadie sabía los nombres de nadie, comenzó a buscar en la guía y encontró a un Triay pariente a quien le dijo: “ha ocurrido un accidente. Fíjense en el diario tal de tal día”. El otro aviso vino por el lado de mi abuelo materno (Hugo Triay) quien tuvo una llamada directa a un teatro que él tenía de Ofelia Santucho (esposa de Oscar Asdrúbal, fundador del PRT y hermano del líder guerrillero de Mario Santucho) que por ese entonces había sido secuestrada con ocho niños y había estado en el mismo campo de concentración donde estaban mis papás. En ese campo de concentración, Ofelia se encontró con mi mamá y le comentó su preocupación sobre nosotros, y mi mamá le hace memorizar el teléfono del teatro de mi abuelo.Así, cuando Ofelia salió, llamó al teatro, y le dijo a mi abuelo que nosotros estábamos en Buenos Aires, que por favor nos fuera a buscar.
-¿Y el regreso a la familia biológica cómo fue?
-Volvimos a la familia porque mi abuelos maternos, con una tía, a fines de diciembre, viajaron a Buenos Aires y fueron al juzgado de Oliveira. Aun así, mi abuela no tenía ninguna prueba para demostrar que nosotros éramos sus nietos. No teníamos documentos. Yo apenas tenía una partida de nacimiento, y mi hermano nada porque siquiera estaba anotado legalmente. No lo habían llegado a anotar. De hecho, fue todo un proceso la afiliación de mi hermano también.
-¿Y cómo hizo pata que la jueza se los devuelva?
-Es otras de las grandes coincidencias que hubo. Cuando me sacaron la foto que publicaron en el diario, yo tenía puesto un delantalito que hacía un mes mi abuela me había regalado. Lo había hecho ella. Era un molde muy particular porque, mi abuela, como buena andaluza, lo había hecho usando los mínimos recursos, con pedacitos y puntillitas de tela. Entonces, mi abuela le describió a la jueza como era el molde exacto de ese delantal. Y la Jueza, a partir de eso, nos devolvió a mis abuelos.
-¿Cómo fue el recuentro?
-“Masu” y Fede nos habían cuidado tan amorosamente todo este tiempo que cuando apareció mi abuela a buscarnos, yo estaba aferrada a la pata de la “Masu” y no me quería ir por nada del mundo. Imagínate, yo acababa de perder a mi papá y mi mamá, no quería volver a perder nada. A todo esto, mi abuela lloraba.
-Y sobre tus padres ¿qué sabes de ellos luego del secuestro?
-La hipótesis más cercana que tenemos es que estuvieron en un campo de concentración que se llamaba “Puente 12”. Antes de esto teníamos diferentes versiones, pero con el hallazgo en este lugar, esta es la hipótesis más sólida. Los restos fueron encontrados a dos kilómetros de lo que era un conglomerado de campos de concentración. En la zona están: El Vesubio, Cuaterismo, y otro, que ahora el Equipo Argentino de Antropología Forense descubrió, con observaciones satelitales, que se llamó “Puente 12”.
-¿En Puente 12 se encontró con Ofelia Santucho?
-Sí. Ellos pensaban que era Campo de Mayo, pero todo indica que en realidad es Puente 12. Ofelia dice que creía que estaban en Campo de Mayo porque había escuchado esto de quienes la habían secuestrado. Pero, hay que tener en cuenta, que los militares solían hacer este tipo de cosas para que la gente que secuestraban se confunda y no supiera para dónde la llevaban.
-¿Dónde encontraron los restos?
-Los restos los encuentran, circunstancialmente, en octubre del 2012, gente del Barrio Sarmiento, a las orillas del rio La Matanza provincia de Buenos Aires. Es un lugar donde empieza a haber todo un descampado y originalmentehabía muchas lagunas que, con el paso del tiempo, se fueron rellenando con basura y escombros que traían de Capital Federal. El barrio es un asentamiento que está desde el 2008. Su mayoría son inmigrantes bolivianos, paraguayos, peruanos. La municipalidad no reconoce a ese sitio como barrio, aunque son un asentamiento muy organizado con asambleas de vecinos y delegados de manzana. De hecho, gracias a esa organización, los encontramos.
-¿Por qué?
-Porque, circunstancialmente, mientras los vecinos iban sacando tierra para terraplenar sus casitas, unos chicos encontraron unos restos humanos. Eran los cráneos y se pegaron un sustazo bárbaro. Estas personas se animan a decirle al delegado de manzana que habían encontrado estos restos, algo que perfectamente podrían no haber hecho, quien luego hace la denuncia y tras la cual viene la policía forense y se lleva los restos.
-¿Y a partir de qué elementos el fiscal entendió que podrían tratarse de víctima del terrorismo de Estado?
- En un principio pensaron que podía ser alguien víctima de la trata. Porque en ese lugar, a menudo, aparecen muchos muertos de las mafias. Pero luego, como no tenía ninguna pista por esos restos, para sacarse la incógnita de que fueran desaparecidos, los manda al EAAF (Equipo Argentino de Antropológica Forense) por las dudas. Al Equipo Argentino de Antropología, al principio tampoco le parecía que pudieran ser “uno de los nuestros”, como dicen ellos. Porque hasta ese entonces, no había casos donde se encontraran restos en un lugar así, en un descampado. Sólo les llamó la atención que los cuatro jóvenes hallados eran todos jóvenes de clase media.
-¿Y cómo sabían que eran de clase media?
-Porque tienen arreglos dentarios. Hay ciertos detalles que se pueden ver antropológicamente, cuando se ven los huesos, que dan ciertos indicios de la procedencia social. Por ejemplo, mi mamá tiene prótesis y están impecables. Eso era un dato porque en las clases más bajas, no tiene prótesis.A partir de ahí empiezan a hacer los estudios con el banco genético, con la comparación de datos genéticos informatizados, con un sistema realmente increíble, de toda la gente que ha ido a dar sangre. Así, los primeros estudios empiezan a dar positivo, y ahí ellos dicen “es uno de los nuestros” (risas). Después de eso vino el proceso donde determinaron fehacientemente que eran Sebastián Llorens y Diana Triay.
-¿Todo esto estamos hablando de cuándo?
-Ellos encontraron los restos el 26 de octubre del 2012. Pero no sé cuándo fue que el equipo de antropología forense comenzó específicamente a trabajar.
-¿Pero vos hasta ese momento no sabías nada?
-Nada de nada. Recién me enteré el primero de marzo pasado. Porque ellos, hasta que no tienen la certeza genética, no te dicen nada, para no generarte falsas expectativas
-Otro hecho significativo del hallazgo es el cuerpo de tu mamá y tu papá estaban juntos…
-Sí, increíble. Además, otro hecho muy fuerte fue que los encontraran en ese lugar, y no en cualquier otro barrio. Porque en ese barrio, en ese lugar, y siguen las coincidencias que nos siguen sorprendiendo, trabaja el Movimiento Campesino Indígena, una organización con la cual venimos trabajando hace años con mi esposo (César Marchesino). Incluso, en ese barrio, meses antes que encontraran los restos, mi esposo había ido a trabajar en un relevamiento y justo le tocó relevar ese lugar y pasó a metros de donde luego hallaron los huesos. Por eso, cuando el Equipo Antropológico nos dijo que habían sido encontrados en ese lugar, agarramos a nuestros amigos que trabajaban en el Movimiento Campesino y les dijimos si podía averiguar en el barrio si habían encontrado unos restos en octubre. Desde allá nos respondieron que si, que lo habían encontrado, ahí si ya nos quedamos sorprendidos y se nos pararon los pelos.
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