Irma Ramacciotti de Molina
El adiós sin ver a su nieto
En Córdoba fue una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo y de Familiares de Detenidos y Desaparecidos. Murió el mismo día en que se cumplía un nuevo aniversario de la desaparición de su hija Lucía, secuestrada cuando estaba embarazada de cuatro meses.
Por Alejandra Dandan
Irma Ramacciotti de Molina murió el sábado a la noche en Córdoba. Hacía 36 años que buscaba a su hija Lucía Esther Molina, secuestrada en 1977 con un embarazo de cuatro meses. Con Lucía también se llevaron a su nieto Santiago, que había nacido un año antes. Irma logró recuperar a Santiago peleando a brazo partido, como recuerdan sus compañeros, en la Casa Cuna de La Plata, pero nunca pudo saber nada del bebé que debió haber nacido en septiembre del ’77. Ella fue una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo en Córdoba y era hasta ahora una de las pocas sobrevivientes. Formó parte de la creación de la asociación Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas de Córdoba. El sábado, cuando murió, después de una larga enfermedad, se cumplía un nuevo aniversario de la desaparición de su hija.
“Tal vez es una causalidad –dice Sonia Torres, una de sus compañeras, la única sobreviviente de aquellas Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba que comenzaron con la búsqueda de sus nietos–. Ahora, durante la despedida, dije algunas palabritas, y le dije a Irma que tal vez ‘Lucía te vino a buscar el mismo día que se la llevaron a ella; o a lo mejor vos te quisiste ir a encontrarla, porque mirá qué casualidad, a mí me parece que es algo indicativo.”
Irma era maestra y llegó a ser directora de escuela. También era poeta. Para abril de 1977, su hija Lucía estaba en la localidad de Villa Ballester, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Con ella estaba su hijo Santiago, nacido en 1976 e hijo de su primer compañero, José Luis Nicola, asesinado el 27 de marzo de 1976. En Villa Ballester vivían con Rodolfo Goldín, su compañero. Militaban en la OCPO (Organización Comunista Poder Obrero). Ella llevaba cuatro meses de embarazo de un bebé a quien pensaba llamar Andrés o Andrea. Los secuestraron el 21 de abril. Los vieron en El Vesubio. A Rodolfo lo asesinaron el 23 de mayo y su cuerpo apareció con el de otras 15 personas al día siguiente, en lo que se conoce como la Masacre de Monte Grande. La página de Abuelas de Plaza de Mayo indica en cambio que Lucía y su hijo o su hija, que debió nacer en cautiverio alrededor de septiembre de ese año, continúan desaparecidos.
“Cuando secuestraron a Lucía también se llevaron a Santiago –sigue Sonia–. Y a Irma no le querían dar a su nieto. Tuvo que luchar a brazo partido hasta que consiguió tenerlo con ella. Lo habían dejado en la Casa Cuna, pero las monjas no se lo querían entregar. Hizo miles de viajes hasta que se les ocurrió devolvérselo, porque eso era una lotería: dependía de quién se había hecho cargo del chico.”
Pese a que no hubo más noticias sobre qué sucedió con Lucía, Sonia está convencida de que no volvieron a llevarla a Córdoba. “No la trajeron –dice–. El genocida de acá, Luciano Benjamín Menéndez, tenía diez provincias a su cargo: a las desaparecidas las hacía rotar de norte a sur para que nunca las pudiéramos encontrar, pero lo que no previó era la constancia que íbamos a tener las madres, que es lógico, ¿no? Si un hijo te desaparece, lo vas a salir a buscar.”
“Las embarazadas de Córdoba fueron más de 22 –recuerda Sonia–, pero militamos pocas abuelas. Con Irma salí muchas veces a buscar a nuestros nietos. Tenía un gran empuje y no la amedrentaba nada. En general, las abuelas somos así: a quien le han robado un hijo no mira los peligros, va adelante en busca de lo que piensa. Nosotras hicimos un pacto de vida con nuestras hijas, que es buscar a sus hijos, y de esa forma reivindicar la lucha por la que ellos murieron. Irma lo tenía muy claro. Hace años que trabajaba para eso.”
La institución Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba manifestó en un comunicado la “profunda tristeza” por su muerte. “Con amor, constancia y esperanza, Irma recorrió cada rincón del país buscando a su hija”, señalaron. En la página de Hijos de Capital Federal, anoche volvieron a hacer oír la carta que aquella mujer le escribió hace tiempo a esa nieta o nieto que todavía siguen buscando. “Querido nieto o nieta, naciste en septiembre como un brote de vida que mitiga el invierno. Han pasado muchas primaveras, sin embargo la más deseada aún no llegó. Con tu hermano te estamos buscando. Hasta encontrarnos, tu abuela.”
Irma tenía otros cuatro hijos. Ellos, y sus nietos, la despidieron ayer en Córdoba. Dicen que hace unos días le pusieron adelante una fotografía de Lucía. “Ay, Lucía”, llegó a decir.
El adiós sin ver a su nieto
En Córdoba fue una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo y de Familiares de Detenidos y Desaparecidos. Murió el mismo día en que se cumplía un nuevo aniversario de la desaparición de su hija Lucía, secuestrada cuando estaba embarazada de cuatro meses.
Por Alejandra Dandan
Irma Ramacciotti de Molina murió el sábado a la noche en Córdoba. Hacía 36 años que buscaba a su hija Lucía Esther Molina, secuestrada en 1977 con un embarazo de cuatro meses. Con Lucía también se llevaron a su nieto Santiago, que había nacido un año antes. Irma logró recuperar a Santiago peleando a brazo partido, como recuerdan sus compañeros, en la Casa Cuna de La Plata, pero nunca pudo saber nada del bebé que debió haber nacido en septiembre del ’77. Ella fue una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo en Córdoba y era hasta ahora una de las pocas sobrevivientes. Formó parte de la creación de la asociación Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas de Córdoba. El sábado, cuando murió, después de una larga enfermedad, se cumplía un nuevo aniversario de la desaparición de su hija.
“Tal vez es una causalidad –dice Sonia Torres, una de sus compañeras, la única sobreviviente de aquellas Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba que comenzaron con la búsqueda de sus nietos–. Ahora, durante la despedida, dije algunas palabritas, y le dije a Irma que tal vez ‘Lucía te vino a buscar el mismo día que se la llevaron a ella; o a lo mejor vos te quisiste ir a encontrarla, porque mirá qué casualidad, a mí me parece que es algo indicativo.”
Irma era maestra y llegó a ser directora de escuela. También era poeta. Para abril de 1977, su hija Lucía estaba en la localidad de Villa Ballester, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Con ella estaba su hijo Santiago, nacido en 1976 e hijo de su primer compañero, José Luis Nicola, asesinado el 27 de marzo de 1976. En Villa Ballester vivían con Rodolfo Goldín, su compañero. Militaban en la OCPO (Organización Comunista Poder Obrero). Ella llevaba cuatro meses de embarazo de un bebé a quien pensaba llamar Andrés o Andrea. Los secuestraron el 21 de abril. Los vieron en El Vesubio. A Rodolfo lo asesinaron el 23 de mayo y su cuerpo apareció con el de otras 15 personas al día siguiente, en lo que se conoce como la Masacre de Monte Grande. La página de Abuelas de Plaza de Mayo indica en cambio que Lucía y su hijo o su hija, que debió nacer en cautiverio alrededor de septiembre de ese año, continúan desaparecidos.
“Cuando secuestraron a Lucía también se llevaron a Santiago –sigue Sonia–. Y a Irma no le querían dar a su nieto. Tuvo que luchar a brazo partido hasta que consiguió tenerlo con ella. Lo habían dejado en la Casa Cuna, pero las monjas no se lo querían entregar. Hizo miles de viajes hasta que se les ocurrió devolvérselo, porque eso era una lotería: dependía de quién se había hecho cargo del chico.”
Pese a que no hubo más noticias sobre qué sucedió con Lucía, Sonia está convencida de que no volvieron a llevarla a Córdoba. “No la trajeron –dice–. El genocida de acá, Luciano Benjamín Menéndez, tenía diez provincias a su cargo: a las desaparecidas las hacía rotar de norte a sur para que nunca las pudiéramos encontrar, pero lo que no previó era la constancia que íbamos a tener las madres, que es lógico, ¿no? Si un hijo te desaparece, lo vas a salir a buscar.”
“Las embarazadas de Córdoba fueron más de 22 –recuerda Sonia–, pero militamos pocas abuelas. Con Irma salí muchas veces a buscar a nuestros nietos. Tenía un gran empuje y no la amedrentaba nada. En general, las abuelas somos así: a quien le han robado un hijo no mira los peligros, va adelante en busca de lo que piensa. Nosotras hicimos un pacto de vida con nuestras hijas, que es buscar a sus hijos, y de esa forma reivindicar la lucha por la que ellos murieron. Irma lo tenía muy claro. Hace años que trabajaba para eso.”
La institución Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba manifestó en un comunicado la “profunda tristeza” por su muerte. “Con amor, constancia y esperanza, Irma recorrió cada rincón del país buscando a su hija”, señalaron. En la página de Hijos de Capital Federal, anoche volvieron a hacer oír la carta que aquella mujer le escribió hace tiempo a esa nieta o nieto que todavía siguen buscando. “Querido nieto o nieta, naciste en septiembre como un brote de vida que mitiga el invierno. Han pasado muchas primaveras, sin embargo la más deseada aún no llegó. Con tu hermano te estamos buscando. Hasta encontrarnos, tu abuela.”
Irma tenía otros cuatro hijos. Ellos, y sus nietos, la despidieron ayer en Córdoba. Dicen que hace unos días le pusieron adelante una fotografía de Lucía. “Ay, Lucía”, llegó a decir.
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