miércoles, 26 de junio de 2013

Se entregan los restos del diplomático cubano, Jesús Cejas Arias, secuestrado en 1976,

Jesús Cejas Árias. El gobierno de Argentina entregarán este martes a la Embajada de Cuba los restos del miembro del servicio diplomático de la Isla, quien en 1976 fue secuestrado en Buenos Aires y posteriormente asesinado durante la última dictadura militar.

Con este acto concluye así un largo y meticuloso proceso de búsqueda, hallazgo e identificación, en el cual se evidenció la seriedad, amistad y voluntad solidaria de las autoridades judiciales, especialistas y gobierno argentinos, manifestó el embajador cubano, Jorge Lamadrid.

El jefe de Misión adelantó que los restos serán trasladados a Cuba este fin de semana bajo la custodia del historiador José Luis Méndez, para ser entregados a sus familiares.

En la sede de la Embajada de Cuba en Buenos Aires se rendirá esta noche tributo a Jesús Cejas Arias, en un acto solemne en el que participarán funcionarios y ciudadanos argentinos, así como los cubanos que trabajan en este país.

“Con este homenaje también rendimos merecido honor a los miles de argentinos que fueron secuestrados, asesinados y desaparecidos durante la última dictadura, en especial bajo el siniestro Plan Cóndor, entre ellos 15 valiosos jóvenes, de los dos sexos, que laboraban entonces en la Oficina Comercial de Cuba”, remarcó el embajador Lamadrid.

La Operación o Plan Cóndor es el nombre con que se conoce la maniobra de coordinación entre las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur de América, Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia –y esporádicamente, Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador- con la CIA llevado a cabo en las décadas de 1970 y 1980.

Cejas Arias fue secuestrado el 9 de agosto de 1976 en el barrio porteño de Belgrano, junto con su compatriota Crescencio Galañena Hernández, y ambos fueron mantenidos en cautiverio ilegal y sometidos a tormentos en el centro clandestino de detención y tortura Automotores Orletti.

Su cadáver, al igual que el de Galañena Hernández, fue ocultado en un tambor metálico de 200 litros de capacidad y rellenado con cemento.

El hallazgo ocurrió hace más de un mes en un predio de la localidad de Virreyes, en la partida de San Fernando, provincia de Buenos Aires, pero hasta tanto se completó todo el proceso de identificación y tramitación forense y judicial no se decidió la entrega de los restos.

Los de Galañena Hernández habían sido encontrados en junio del año pasado en el mismo predio en el que se halló el de Cejas Arias, junto con los cadáveres de los argentinos María Rosa Clementi de Cancere y Ricardo Manuel González, también secuestrados durante el mes de agosto de 1976 y hasta ese momento aparecían como desaparecidos.

Clementi era empleada entonces de la Embajada de Cuba en el momento en que fue secuestrada.

En ese predio se vienen realizando excavaciones en búsqueda de víctimas de la última dictadura, en colaboración con Vialidad Nacional, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial y el municipio local.

El centro clandestino de detención y tortura Automotores Orletti fue establecido por la entonces Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE) como sede del Plan Cóndor y que fuera comandado por Aníbal Gordon y otros miembros de la Triple A, como se conoce aquí a la Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A fue un grupo paramilitar y terrorista de extrema derecha de que asesinó a artistas, intelectuales, guerrilleros, políticos de izquierda, estudiantes, historiadores y sindicalistas, además de utilizar como métodos las amenazas, las ejecuciones sumarias y la desaparición forzada de personas.

domingo, 23 de junio de 2013

Murió Laura Bonaparte.

Fue una Madre de Plaza de Mayo con voz singular y también pionera con su conciencia feminista en la atención mental de las mujeres. Pero, sobre todo, encarnó la alegría para los que la conocieron.

 Por Marta Dillon

Sería un consuelo creer que ese inmenso recorte de su familia que extrañó por tantos años está afinando sus instrumentos para tocar la canción de la alegría por el próximo abrazo tan deseado. Sería un consuelo pensar que hay cielo donde Noni –Aída Leonor– acaricie el piano, “Irenita” rasgue el arpa y Víctor el violoncello; un cielo donde esos tres hijos que le hicieron cuestionarse su condición de madre cuando ya no estaban, cada uno y cada una con sus parejas y su padre, Santiago Bruschtein, estén tendiendo la mesa para recibirla con un buen vino y buena comida, esta vez no hecha por Laura Bonaparte, esa mujer alta y hermosa como una Venus cuya sonrisa su nieta Victoria dice que va a llevar como bandera. Sería un consuelo creer, pero ella misma lo echaría por tierra. No hay cielos en los que refugiarse de su ausencia, ahora que su cuerpo dijo basta, 88 años después de su nacimiento en la entrerriana Paraná. Ahora que ya no va a estar para llenar de vida incluso los momentos más trágicos. Hay, en cambio, el deber de memoria. Hay, en cambio, la memoria como un fulgor, como una antorcha, como el alivio de una carcajada como las que ella sabía regalar a pesar de su pecho siempre cargado con las imágenes de sus ausentes, y en ellos y en su pañuelo de Madre de Plaza de Mayo la imagen y la memoria de todas las injusticias que supo denunciar.

Laura Bonaparte, la Madre de la voz singular y paradigmática, la mujer que en su historia personal cargaba la historia de un país, murió ayer y en los ritos de su despedida los pañuelos que enjugan las lágrimas no dejan de ser estandartes de una lucha que continúa. Hija de un juez socialista que le abrió la puerta a su primera militancia alfabetizando a personas detenidas en la cárcel de Paraná cuando era adolescente, esposa y madre de cinco hijos –uno de ellos fallecido a poco de nacer–, psicóloga recibida mientras ponía a sus chiquitos a amasar escones en la mesa de la cocina, a Laura Bonaparte no la parieron sus hijos como se suele decir de la génesis política de las Madres de Plaza de Mayo. Ella los parió, a todos y a cada uno. Ella, siempre dueña de su voz y su pensamiento sin atarse nunca a lo que imponía ningún sentido común, fue capaz de divorciarse cuando todavía parecía un pecado vergonzante y de continuar aquello que había aprendido casi al mismo tiempo en que sumergirse y desafiar a nado las aguas del río Paraná le entregaba la conciencia de su cuerpo, de lo que el cuerpo tiene para decir y que ella nunca iba a callar.

En los ‘70, cuando su familia era una fiesta, cuando en su living podía armarse una orquesta propia y los registros de tenores y sopranos se superponían para presumir que la fiesta podía empujar las paredes de la propia casa, Laura formó parte de una experiencia pionera en la atención y el fortalecimiento de la salud mental de las mujeres de clases populares que asistían al Hospital Evita, el Policlínico de Lanús, ahí donde ella empezó a bajar al territorio su conciencia feminista para favorecer la autonomía sobre el propio cuerpo, para hablar de lo que parecía impensado o todavía postergado porque había ideales revolucionarios más urgentes: el derecho a regular la fertilidad, a elegir cuándo y cuántos hijos tener o no tener.

De los cinco que ella eligió tener, sólo uno de ellos acompañará su cuerpo esta mañana. Luis, el mayor, el que de alguna manera le salvó la vida cuando le pidió que viajara a México cuando ya habían matado a Noni, dos meses después de haber parido a su nieto Hugo, y antes de que secuestraran a su primer marido, a “Irenita” como llamó siempre a su hija menor, al marido de ésta, antes también de que acribillaran a la pareja de Noni. Todos esos nombres y sus fotos se colgaba del pecho en su exilio mexicano, cuando supo entablar relaciones solidarias y de trabajo conjunto con el feminismo para pedir no sólo por las crueldades de la dictadura argentina sino también por los torturados en Filipinas o en América Central porque ella siempre supo que su lucha no era una lucha de entrecasa, aunque esa casa fuera un país entero sino una lucha por todos los oprimidos y contra todas las opresiones.

“La inteligencia, la apertura, la militancia, la locura”, dijo Lita Boitano, de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por razones políticas, anoche para describir a su amiga y en esas palabras que se atropellan caben desde el recuerdo del primer congreso feminista que se celebró en el país, en los ‘80, adonde viajaron juntas para maravillarse del encuentro con tantas y diversas mujeres, esos días en los que Laura se metió al mar levantándose las polleras hasta la cintura “porque total no usaba bombacha”, hasta la descripción cruda de la lucha de las Madres que hizo enmudecer a más de uno cuando planteó diferencias que todavía se decían en voz baja, cuando alertó a sus compañeras recordándoles que las víctimas eran sus hijos y no ellas mismas.

La socióloga María Pía López recordaba anoche también su sorpresa cuando la entrevistó un día y escuchó de su boca la persistencia en el deseo de felicidad aun en la noche oscura de la dictadura cuando se iba a dormir sola con su nieto Hugo, al que crió, permitiéndose llorar solamente cuando los domingos volvía de la ópera, tal vez porque en esos momentos las voces de los hijos que le faltaban le resonaban en el cuerpo, ese territorio soberano que siempre juega sus propias pasadas.

Fue joven a los 40 y a los 50 y a los 60 y siguió siendo joven hasta pasados los 80 cuando llegó por fin el momento en que alguien –una periodista francesa, Claude Mary– escuchó su relato y lo transformó en un libro que, aunque se lea con un dolor que pone el corazón en puño, no deja de iluminar con su ejemplo. “¿Soy madre de mis hijos ahora que ellos no están? ¿Sigo siendo madre porque Luis sobrevivió?”, es capaz de preguntarse sin santificar ningún rol, ninguna experiencia. “Sé que cuesta escucharlo, pero no hay madre si no vive más el hijo o la hija (...) Se la nombra ‘madre de desaparecido’ en un lenguaje que la nombra al mismo tiempo que la despoja.” Ella, despojada, nunca se ancló en lo que le quitaron, nunca lograron encerrarla en ese “espacio donde la muerte ronda la derrota”. Por eso siguió atendiendo pacientes, bailando con cualquier música para apropiarse de su alegría, festejando la aparición de una agrupación como Hijos al punto de desvalijar su propia casa para que éstos pudieran montar su propia sede. Fue capaz, como recordó Lohana Berkins anoche, de encadenarse junto a un centenar de travestis que pedían el fin de la represión que en los ‘90 les causaba cárcel y tortura cotidiana aun cuando en ese gesto de valentía casi la aplastan las militantes con sus movimientos exaltados y supo reírse con ellas de cómo fraguaban la huelga de hambre que proclamaban comiendo a escondidas unos sanguchitos que habían comprado poniendo cada una dos pesos de su bolsillo.

Laura nunca fue víctima para sí misma aunque quisieron convertirla en eso. Aunque el dolor la hubiera golpeado sin pausa y sin clemencia. Sabía que en la lucha había una alegría que podía compartir, que ponerse a disposición de otros era algo que la dejaba seguir moldeando ese cuerpo ágil y esbelto, esa sonrisa a prueba de todo, esa valentía que le permitió una vez, en un escrache de la agrupación Hijos, cuando terminaban los ‘90, partirle una pancarta en la cabeza a un esbirro de la represión para defender a los jóvenes que la rodeaban. Terminaron quebrándole un brazo, pero no la voluntad. Y después de eso siguió participando de escraches y supo salir de la represión que se ensañó contra la facultad de Sociales, después de haber denunciado dónde vivía gozando de la impunidad de esos años, Miguel Etchecolatz, el genocida de la Policía Bonaerense. De allí la sacaron dos travestis de tacos y labios rojos que se limpiaron la boca mientras ella se sacaba el pañuelo, porque ambas cosas eran signos de luchas hermanas.

Laura Bonaparte fue la primera en reivindicar al predio de la ESMA para el pueblo cuando el gobierno de Carlos Menem intentó privatizar ese inmenso terreno. Junto a Graciela Lois, de Familiares de Detenidos-desaparecidos por razones políticas, puso un recurso de amparo que impidió esa maniobra y además la llevó de paseo a un programa de televisión donde se enfrentó con una abogada a la que le tiró del pelo mientras le decía a Lois por lo bajo: “¡Mirá vos, yo creí que tenía peluca!”. Lois lo cuenta y se ríe, como se ríen y lloran sin dejar que la tristeza sea vencedora, cada una de las personas que acercan una anécdota. Porque si su familia era una fiesta, ella supo convertir en fiesta cada espacio de militancia, de reflexión, de lucha, sea por el juicio y castigo o por el derecho al aborto.

“No somos madres míticas, solamente mujeres desesperadas que llegamos a la defensa de los derechos humanos por sufrir un dolor sin nombre”, decía Laura para humanizar todavía más ese pañuelo blanco que seguía reivindicando y que anoche la seguía acompañando, aunque sólo los restos de su cuerpo estuvieran ahí, hablando de todos modos, dejándose acompañar por las fotos que fueron poniendo en la pared, ahí donde no había cruces ni signos religiosos, sino testimonio de una vida que se agradece y que aun cuando se haya apagado en sus signos más terrenos, seguirá alumbrando, seguirá alumbrando.

lunes, 10 de junio de 2013

Homenaje a Matilde Vara de Anguita

Querida gente:

Nos gustaría contar con ustedes en el homenaje que haremos a Matilde Vara de Anguita, detenida-desaparecida del Café Tortoni el 24 de julio de 1978. Colocaremos una baldosa en su memoria en la vereda de la casa en la que vivió de adolescente. Queda en Puán 672, muy cerca de la Facultad de Filosofía. La cita es el sábado 15 de junio a las 14:30 hs. Esto va a ser dos días antes de su fecha de nacimiento (17/06/26). Cuando se la llevaron había cumplido hacía poco 52 años. Sus nietos Nicolás y Julia Anguita han generado un blog, al que hemos contribuido familiares y amigos con contenidos. 

Allí, en www.buscandoamatilde.org encontrarán algo de la historia de Matilde, fotos, escritos y videos . Uno de los objetivos de este blog es encontrar, difundiendo su foto, a alguien que haya podido verla en algún centro clandestino de detención, porque no sabemos en cuál puede haber estado, y es nuestro deseo reconstruir parte de lo más trágico de su historia. Este homenaje es posible por la dedicación, el afecto y la entrega militante de la gente  con quienes hemos manufacturado la baldosa que pueden ver en el adjunto. La hicimos tres generaciones: sus hijos Horacio y Eduardo, sus nietos Nicolás, Julia y Mathilde, y sus bisnietos Candelaria y Camilo (la pequeña Olivia tiene sólo un año), junto a otros familiares, hermanos del alma, compañeros y amigos. Luego de la colocación de la baldosa, a eso de las 16 hs, iremos a 8 cuadras de allí, a Av. Eva Perón 1934 (ex Avenida del Trabajo), al Centro de la Cultura Simón Bolívar, donde artistas amigos y familiares nos acompañarán con música, videos y fotografías. Eduardo Anguita transmitirá en vivo, desde su programa de Radio Nacional, entre las 17 y las 18 todo el acto (especial para quienes estén fuera de Buenos Aires, o en el exterior). Va el programa y un mapa de la zona.
Les pedimos que difundan este acto reenviando este mail !!!
Los esperamos !!!
Abrazos !!!

Familiares y amigos de Matilde
Barrios x Memoria y Justicia - Balvanera
www.buscandoamatilde.org

lunes, 3 de junio de 2013

Carolina Llorens, fundadora de HIJOS-Córdoba, recuperó los restos de sus padres Una extraña alegría

Los huesos de sus progenitores, Sebastián Llorens y Diana Triay, militantes del ERP, fueron encontrados circunstancial y recientemente, por el Equipo Argentino de Antropología Forense, en un descampado en la provincia de Buenos Aires.

Habla despejada y pausada como si lo que estuviese viviendo fuese algo cotidiano.A pesar que pasó una semana super intensa, en su casa de Villa Rivera Indarte, al margen de la Ciudad de Córdoba,toda esta tranquilo.Sus paredes no parecen sentir la intensidad de emociones que viven sus ocupantes Carolina Llorens y familia. Ella es hija de Sebastián Llorens y Diana Triay,dos militantes cordobeses del ERP -Ejército Revolucionario del Pueblo- que desde 1975 estaban desaparecidos y cuyos restos fueron encontrados de manera circunstancial recientemente, por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF)en un descampado, al borde de una acequia, en el barrio Sarmiento en provincia de Buenos Aires.

Precisamente, luego de 38 años, los restos de Sebastián y Diana, tras una evocación realizada en Buenos Aires, fueron traídos a Córdoba esta semana para ser despedidos por familiares y amigos. “Es una emoción muy grande donde el que la mejor la definió es un tío mío llamado Bernardo (Llorens) que dijo que todo esto es una “extraña alegría”. Digamos, una alegría muy grande por haber encontrado algo que esperábamos, y a la vez una sensación dolorosa porque es encontrar los restos de alguien” nos explica Carolina,fundadoras de HIJOS Córdoba, y patrona de una historia que, por sus singularidades, parece germinada de un guion cinematográfico.

-¿Qué significó todo este increíble hallazgo de los “huesitos” de tus padres, como vos los llamas?

-Un montón de emociones contradictorias y ambiguas. Primero lo viví con una gran ansiedad. Cuando el equipo de antropología dijo que venía a vernos, nos preguntábamos ¿a quién  encontraron?, ¿encontraron a uno?, ¿encontraron a los dos? Y cuando vino Anahí (Ginarte) del EAAF y nos dijo: “encontramos a tu mamá y casi con seguridad a tu papá”… Fue una emoción muy fuerte, muy intensa.

-¿Y cuándo pasó todo esto?

-Del el EAAF me hablan entre el 6 de marzo. Yo me estaba yendo de viaje. Ello ya tenían la confirmación científica basado en el estudio de ADN que decía que los restos hallados eran de mis padres. Luego, el 8 de marzo, vinieron a decírmelo a mi casa. Nos juntamos acá. Y fue una emoción muy grande que el que mejor la definió es un tío mío llamado Bernardo (Llorens) que dijo que es una “extraña alegría”. Digamos, una alegría muy grande por haber encontrado algo que esperábamos, y a la vez una sensación dolorosa porque es encontrar los restos de alguien.

-¿Alguna vez vos, o tu familia, habían imaginado algo así?

-Yo había pensado. Había soñado enterrarlos cuando era muy adolescente. Porque era muy difícil crecer con esta incertidumbre. Pero también siempre había un atisbo de esperanza, incluso la posibilidad de que se hayan ido, o que estén perdidos en un loquero. Digamos, como que siempre, había un atisbo en esta cosa de la desaparición; una figura que lo que más fomenta es la incertidumbre. Además, porquefamiliarmente siempre es muy difícil despedir a alguien que se quiere mucho y no se sabe que pasó.

-¿Cuándo fueron secuestrados Dina y Sebastián?

-En la madrugada del 9 diciembre de 1975. Estábamos toda la familia junta: Sebastián y Diana, Joaquín (mi hermano) y yo. Hacía meses que no estábamos todos juntos. Mi papá venía conmigo de Mendoza y mi mamá estaba con mi hermano en Buenos Aires. Se juntaron en un departamento en Buenos Aires, en la calle Callao 1158, pleno Barrio Norte, que era un lugar donde ellos se juntaban habitualmente. El departamento era de un matrimonio uruguayo que también fue secuestrado. Mi papá llegó a Buenos Aires el 8 de diciembre, y esa madrugada entró una patota de unas 13 personas, armadas, encapuchadas, sin identificación, que luego dijeron que eran de la policía, y se lo llevaron. Con lo cual, por su forma de proceder, podemos sospechar que eran patotas donde trabajaban en conjunto policía,militares, empleados.

-¿Quiénes lo secuestraron, las tres A?

-Era digamos, y por eso la causa está en el primer cuerpo de ejército, toda la parte de represión que se instaló más sistemáticamente, después de octubre del ´75 luego de un decreto que firmaron (Ítalo) Luder y (Jorge Rafael) Videla donde se autoriza la aniquilación de la subversión. Por eso en esa época no sólo caen mis padres, sino una cantidad de personas, con los mismos procedimientos que lo van  a hacer luego en la dictadura.

-¿Y con vos y tu hermanó que pasó?, ¿con quién se quedaron?

-Los secuestradores nos dejaron con el portero y le dicen que ya nos van a venir a buscar. Éramos muy chicos. Yo tenía un año y medio, y mi hermano tres meses. El portero tenía un miedo feroz por la situación. De hecho nunca lo pudimos ver, ni quiso hablar con nadie de la familia. A él, le dio mucho miedo y le preguntó a unos abogados que vivían en el edificio que hacer con nosotros.

-Mientras tanto,¿quién le daba de comer a tu hermano, que era prácticamente un bebé?

-Nadie. Imagínate, era un bebito absolutamente dependiente de la teta y la mamadera. Aparte éramos muy robables, porque éramos muy chiquitos.

-¿Y por qué no se los robaron?

-Porque no tenían el plan de apropiación sistemático de bebe. Todo esto fue en el ’75. Si hubiera sido en el ‘76 nosotros no estamos contando el cuento este, al menos de esta forma.

-¿Y qué hizo el portero con ustedes?

-Los abogados que vivían en el departamento, le recomiendan al portero, que haga la denuncia en la policía. El hace la denuncia y  de allí pasamos a la policía, quien luego inmediatamente informó al juzgado de menores, allí tuvimos la suerte de caer en juzgado de Alicia Oliveira, una persona con un compromiso muy alto, que hizo todos los pasos legales que deben hacerse cuando se encuentra un chico. Nos sacó una foto, las publicó en el diario.  Tras ello nos lleva a la Casa Cuna. En ese lugar, por aquellas coincidencias de la vida, era voluntaria María Susana Nochetti, secretaria del Juzgado de Oliveira. Y cuando ella fue hacer el voluntariado, desde Casa Cuna le dijeron, mira estos chicos que trajeron de tu juzgado, están re sanitos, acá tenemos una epidemia de sarampión, ¿por qué no te los llevas? Entonces “Masu” -María Susana Nochetti- cuenta que ahí nomás llamó al marido por teléfono y le dijo: “tenes dos hijos” (risas).

-O sea que en poquísimo tiempo pasaste, de los brazos de tus padres al portero; del portero a la policía; de la policía a la justicia; de la justicia a la Casa Cuna; y de allí a los brazos de María Susana Nochetti o “Masu” como le decís vos.

-Sí. Masu y Fede, con quien nos seguimos viendo y hoy son una especie de abuelos de mis hijos, nos cuidaron esos días, paralelamente a que mis abuelos y mi familia se enteraron de que nosotros estábamos desaparecidos y mis padres secuestrados.

-¿Cómo se enteró? Porque toda tu familia vivía en Córdoba.

-Se enteró por dos maneras distintas. Una, es una compañera de mi madre, que estaba con ella en la misma célula del ERP, y con quien mi mamá tenía una cita al día siguiente. Pero cuando mi mamá no va a la cita, ella empezó a sospechar. Ella luego lee el diario y ve la noticia donde decía que habían secuestrado un matrimonio.Luego, al poco tiempo, ve que salimos nosotros. Ella nos reconoce, porque nos conocía, y como de casualidad sabía el nombre verdadero de mi mamá, porque generalmente en ese entonces nadie sabía los nombres de nadie, comenzó a buscar en la guía y encontró a un Triay pariente a quien le dijo: “ha ocurrido un accidente. Fíjense en el diario tal de tal día”. El otro aviso vino por el lado de mi abuelo materno (Hugo Triay) quien tuvo una llamada directa a un teatro que él tenía de Ofelia Santucho (esposa de Oscar Asdrúbal, fundador del PRT y hermano del líder guerrillero de Mario Santucho) que por ese entonces había sido secuestrada con ocho niños y había estado en el mismo campo de concentración donde estaban mis papás. En ese campo de concentración, Ofelia se encontró con mi mamá y le comentó su preocupación sobre nosotros, y mi mamá le hace memorizar el teléfono del teatro de mi abuelo.Así, cuando Ofelia salió, llamó al teatro, y le dijo a mi abuelo que nosotros estábamos en Buenos Aires, que por favor nos fuera a buscar.

-¿Y el regreso a la familia biológica cómo fue?

-Volvimos a la familia porque mi abuelos maternos, con una tía, a fines de diciembre, viajaron a Buenos Aires y fueron al juzgado de Oliveira. Aun así, mi abuela no tenía ninguna prueba para demostrar que nosotros éramos sus nietos. No teníamos documentos. Yo apenas tenía una partida de nacimiento, y mi hermano nada porque siquiera estaba anotado legalmente. No lo habían llegado a anotar. De hecho, fue todo un proceso la afiliación de mi hermano también.

-¿Y cómo hizo pata que la jueza se los devuelva?

-Es otras de las grandes coincidencias que hubo. Cuando me sacaron la foto que publicaron en el diario, yo tenía puesto un delantalito que hacía un mes mi abuela me había regalado. Lo había hecho ella. Era un molde muy particular porque, mi abuela, como buena andaluza, lo había hecho usando los mínimos recursos, con pedacitos y puntillitas de tela. Entonces, mi abuela le describió a la jueza como era el molde exacto de ese delantal. Y la Jueza, a partir de eso, nos devolvió a mis abuelos.

-¿Cómo fue el recuentro?

-“Masu” y Fede nos habían cuidado tan amorosamente todo este tiempo que cuando apareció mi abuela a buscarnos, yo estaba aferrada a la pata de la “Masu” y no me quería ir por nada del mundo. Imagínate, yo acababa de perder a mi papá y mi mamá, no quería volver a perder nada. A todo esto, mi abuela lloraba.

-Y sobre tus padres ¿qué sabes de ellos luego del secuestro?

-La hipótesis más cercana que tenemos es que estuvieron en un campo de concentración que se llamaba “Puente 12”. Antes de esto teníamos diferentes versiones, pero con el hallazgo en este lugar, esta es la hipótesis más sólida. Los restos fueron encontrados a dos kilómetros de lo que era un conglomerado de campos de concentración. En la zona están: El Vesubio, Cuaterismo, y otro, que ahora el Equipo Argentino de Antropología Forense descubrió, con observaciones satelitales, que se llamó “Puente 12”.

-¿En Puente 12 se encontró con Ofelia Santucho?

-Sí. Ellos pensaban que era Campo de Mayo, pero todo indica que en realidad es Puente 12. Ofelia dice que creía que estaban en Campo de Mayo porque había escuchado esto de quienes la habían secuestrado. Pero, hay que tener en cuenta, que los militares solían hacer este tipo de cosas para que la gente que secuestraban se confunda y no supiera para dónde la llevaban.

-¿Dónde encontraron los restos?

-Los restos los encuentran, circunstancialmente, en octubre del 2012, gente del Barrio Sarmiento, a las orillas del rio La Matanza provincia de Buenos Aires. Es un lugar donde empieza a haber todo un descampado y originalmentehabía muchas lagunas que, con el paso del tiempo, se fueron rellenando con basura y escombros que traían de Capital Federal. El barrio es un asentamiento que está desde el 2008. Su mayoría son inmigrantes bolivianos, paraguayos, peruanos. La municipalidad no reconoce a ese sitio como barrio, aunque son un asentamiento muy organizado con asambleas de vecinos y delegados de manzana. De hecho, gracias a esa organización, los encontramos.

-¿Por qué?

-Porque, circunstancialmente, mientras los vecinos iban sacando tierra para terraplenar sus casitas, unos chicos encontraron unos restos humanos. Eran los cráneos y se pegaron un sustazo bárbaro. Estas personas se animan a decirle al delegado de manzana que habían encontrado estos restos, algo que perfectamente podrían no haber hecho, quien luego hace la denuncia y tras la cual viene la policía forense y se lleva los restos.

-¿Y a partir de qué elementos el fiscal entendió que podrían tratarse de víctima del terrorismo de Estado?

- En un principio pensaron que podía ser alguien víctima de la trata. Porque en ese lugar, a menudo, aparecen muchos muertos de las mafias. Pero luego, como no tenía ninguna pista por esos restos, para sacarse la incógnita de que fueran desaparecidos, los manda al EAAF (Equipo Argentino de Antropológica Forense) por las dudas. Al Equipo Argentino de Antropología, al principio tampoco le parecía que pudieran ser “uno de los nuestros”, como dicen ellos. Porque hasta ese entonces, no había casos donde se encontraran restos en un lugar así, en un descampado. Sólo les llamó la atención que los cuatro jóvenes hallados eran todos jóvenes de clase media.

-¿Y cómo sabían que eran de clase media?

-Porque tienen arreglos dentarios. Hay ciertos detalles que se pueden ver antropológicamente, cuando se ven los huesos, que dan ciertos indicios de la procedencia social. Por ejemplo, mi mamá tiene prótesis y están  impecables. Eso era un dato porque en las clases más bajas, no tiene prótesis.A partir de ahí empiezan a hacer los estudios con el banco genético, con la comparación de datos genéticos informatizados, con un sistema realmente increíble, de toda la gente que ha ido a dar sangre. Así, los primeros estudios empiezan a dar positivo, y ahí ellos dicen “es uno de los nuestros” (risas). Después de eso vino el proceso donde determinaron fehacientemente que eran Sebastián Llorens y Diana Triay.

-¿Todo esto estamos hablando de cuándo?

-Ellos encontraron los restos el 26 de octubre del 2012. Pero no sé cuándo fue que el equipo de antropología forense comenzó específicamente a trabajar.

-¿Pero vos hasta ese momento no sabías nada?

-Nada de nada. Recién me enteré el primero de marzo pasado. Porque ellos, hasta que no tienen la certeza genética, no te dicen nada, para no generarte falsas expectativas

-Otro hecho significativo del hallazgo es el cuerpo de tu mamá y tu papá estaban juntos…

-Sí, increíble. Además, otro hecho muy fuerte fue que los encontraran en ese lugar, y no en cualquier otro barrio. Porque en ese barrio, en ese lugar, y siguen las coincidencias que nos siguen sorprendiendo, trabaja el Movimiento Campesino Indígena, una organización con la cual venimos trabajando hace años con mi esposo (César Marchesino). Incluso, en ese barrio, meses antes que encontraran los restos, mi esposo había ido a trabajar en un relevamiento y justo le tocó relevar ese lugar y pasó a metros de donde luego hallaron los huesos. Por eso, cuando el Equipo Antropológico nos dijo que habían sido encontrados en ese lugar, agarramos a  nuestros amigos que trabajaban en el Movimiento Campesino y les dijimos si podía averiguar en el barrio si habían encontrado unos restos en octubre. Desde allá nos respondieron que si, que lo habían encontrado, ahí si ya nos quedamos sorprendidos y se nos pararon los pelos.

sábado, 1 de junio de 2013

Identificaron los restos del diplomático cubano desaparecido Jesús Cejas Arias

La verdad para un diplomático

Fue secuestrado el 9 de agosto de 1976 junto con su compatriota Crescencio Nicomedes Galañena Hernández, que fue identificado hace nueve meses. Sus restos fueron hallados en un barril relleno de cemento en un predio de San Fernando.
Un homenaje de la embajada cubana a Jesús Cejas Arias, de 22 años, secuestrado el 9 de agosto de 1976.

Los restos del diplomático cubano Jesús Cejas Arias, secuestrado en Buenos Aires durante la última dictadura y visto por última vez en cautiverio en el centro clandestino Automotores Orletti, fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). El cadáver fue hallado hace un mes dentro de un tambor metálico de 200 litros, rellenado con cemento, abandonado en un predio de la localidad de Virreyes, partido de San Fernando. La identificación fue informada oficialmente desde el juzgado de Daniel Rafecas, a cargo de la megacausa que investiga delitos de lesa humanidad en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército.

Cejas Arias, de 22 años, fue secuestrado el 9 de agosto de 1976 junto con su compatriota Crescencio Nicomedes Galañena Hernández, que tenía 27 años. Ambos acababan de salir de la embajada de Cuba donde trabajaban. El secuestro se produjo en Barrancas de Belgrano, frente al señorial club homónimo. El 13 de agosto, el diario La Opinión publicó que “la embajada cubana en Buenos Aires está trabajando en estrecho contacto con el gobierno argentino en la búsqueda de dos miembros de la representación, acerca de quienes se presume que habrían sido secuestrados”. El 16, la agencia Associated Press recibió un sobre, por correo simple y con estampilla argentina, que contenía las credenciales de ambos desaparecidos. Adentro había un texto en letra manuscrita, despareja, que decía: “Nosotros (Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena), ambos cubanos, nos dirijimos a usted para por este medio comunicar que hemos desertado de la embajada para gozar de la libertad del mundo occidental”. El texto no tenía firmas y la Cancillería certificó la autenticidad de las credenciales, informó al día siguiente La Opinión.

Cejas Arias y Galañena Hernández estaban por entonces secuestrados en el centro clandestino Automotores Orletti, instalado por la SIDE en el barrio de Flores. Orletti, comandado por Aníbal Gordon y otros ex miembros de la Triple A, fue la sede local del Plan Cóndor, como se conoce la coordinación represiva de las dictaduras del Cono Sur.

El represor chileno Manuel Contreras Sepúlveda, ex jefe de la DINA, actualmente condenado en su país, habría admitido ante la jueza María Servini de Cubría que Michael Townley –a quien se atribuye ser miembro de la DINA de Pinochet y de la CIA– y el cubano-estadounidense Guillermo Novo Sampoll habrían viajado especialmente a la Argentina para interrogar en el centro clandestino a Cejas Arias y Galañena Hernández. “Ellos cooperaron en la tortura y el asesinato de los dos diplomáticos cubanos”, dijo Contreras.

Los restos de Galañena Hernández fueron encontrados en junio del año pasado, en el mismo predio en el que se concretó el hallazgo de Cejas Arias, cuando un grupo de chicos que jugaba se topó con un barril de metal oxidado del que sobresalían algunos huesos. En septiembre también se encontraron los restos de los argentinos María Rosa Clementi de Cancere –empleada de la embajada de Cuba en nuestro país– y de Ricardo Manuel González, también secuestrados durante agosto de 1976 y hasta ese momento desaparecidos. Los hallazgos se produjeron en un lugar donde se realizaban movimientos de tierra para aparentemente construir viviendas y donde había una tosquera. Los tambores estaban numerados y rellenos de concreto.

En todos los casos, los restos se hallaron en tambores de doscientos litros rellenados con cemento, la que constituyó una práctica sistemática y exclusiva de los represores que actuaron en Orletti para el ocultamiento de las víctimas asesinadas. Ese mismo año, 1976, fueron hallados siete tambores similares en un canal de San Fernando que contenían cadáveres de desaparecidos cubiertos de cemento. Los cuerpos fueron enterrados como NN en el cementario de San Fernando y tiempo después pudieron ser identificados. En 1989, se supo que uno de ellos era Marcelo Gelman, hijo del poeta y periodista Juan Gelman.

Según el comunicado difundido ayer desde el juzgado de Rafecas, en las tareas de remoción de suelos y búsqueda de restos encabezada por los antropólogos del EAAF intervienen también con maquinarias y personal técnico la Dirección Nacional de Vialidad, profesionales del Instituto Nacional de Tecnología Industrial, con la colaboración logística de la municipalidad de San Fernando y la custodia de Gendarmería Nacional. En el caso participa la embajada de Cuba, y ya han arribado a Buenos Aires autoridades de ese país debido a la enorme trascendencia del hallazgo en términos de reparación histórica y para realizar los trámites tendientes a la entrega de los restos, para poder repatriarlos y llevarlos cerca de sus familiares residentes en Cuba. En una vereda de Barrancas de Belgrano, en el cruce entre La Pampa y Arribeños, una baldosa de color ocre colocada en 2011 los seguirá recordando en el
 lugar exacto donde fueron secuestrados.