viernes, 3 de noviembre de 2017

Daniel Viglietti : No digo nombre ni seña, sólo digo :Compañeros !!!!!

Ha muerto el amigo-compañero-hermano. El que estuvo siempre en todas, y que seguirá estando en sus canciones sembradas en el corazón de los pueblos en lucha. Siempre dispuesto a ejercer el mejor oficio de la humanidad : la solidaridad.

La noticia tuvo el efecto de un latigazo. De repente, había que comenzar a hablar en pasado de Daniel Viglietti en Uruguay, Argentina, en América Latina y más allá. Porque Vigliettti, voz esencial del canto popular de esta región, autor de algunas de las canciones que formaron parte de la banda sonora de una época, los años sesenta y setenta, en especial, y, además, guitarrista extraordinario, falleció a los 78 años. Su vida cesó mientras era sometido a una intervención quirúrgica en la capital uruguaya.

Había nacido en Montevideo en 1939. El cuerpo del autor de 'El chueco Maciel' fue velado en el Teatro Solís de Montevideo.  Viglietti creció en un mundo atravesado por la música. Su madre, Lyda Indart, era pianista y César Viglietti, su padre, guitarrista como el abuelo de Daniel, y a la vez reconocido investigador de la música popular uruguaya. Desde siempre navegó entre dos aguas, la académica y la que, dijo el diario 'El Observador', brota de la tierra misma. Estudio el instrumento con uno de los maestros y compositores más relevantes de América Latina, Abel Carlevaro.


Pronto entendió que esos saberes y técnicas no eran propiedad exclusiva de lo que se puede entender como la música 'clásica'. Lo ayudaron mucho el descubrimiento, al otro lado del Río de la Plata, de Athaualpa Yupanqui, y, también los estremecimientos de la historia. Al despuntar la década del sesenta, y el giro político y cultural que supusieron para la región los acontecimientos en Cuba, el joven Viglietti no dudó: lo suyo sería el escenario, pero para cantar y decir las nuevas verdades sin renunciar a lo heredado. La guitarra se colocó al servicio de lo que en América Latina se llamaría la Nueva Canción. 'A desalambrar', 'Gurisito', 'Milonga de andar lejos', 'Yo no soy de por aquí', llegaron a través de esa voz grave que podía ser ardiente e íntima. 

Escucha, yo vengo a cantar 
Por aquellos que cayeron. 
No digo nombre ni seña, 
Sólo digo compañeros. 

Y canto a los otros, 
A los que están vivos 
Y ponen la mira 
Sobre el enemigo. 

Ya no hay más secreto, 
Mi canto es del viento, 
Yo elijo que sea 
Todo movimiento. 

No digo nombre ni seña, 
Sólo digo compañeros. 
Nada nos queda y hay sólo 
Una cosa que perder. 

Perder la paciencia 
Y sólo encontrarla 
En la puntería, 
Camarada. 

Papel contra balas 
No puede servir, 
Canción desarmada 
No enfrenta a un fusil. 

Mira la patria que nace 
Entre todos repartida, 
La sangre libre se acerca, 
Ya nos trae la nueva vida. 

La sangre de túpac, 
La sangre de amaru, 
La sangre que grita 
Libérate, hermano.

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