“Su compromiso siempre fue total”
Durante treinta y cinco años estuvo buscando a su nieto o nieta nacido durante el cautiverio de su hija Cristina, que permanece desaparecida. Murió sin encontrar a esa criatura. “Nunca perdió la esperanza”, destacó Estela de Carlotto.
Por Ailín Bullentini
Los responsables de la última dictadura desaparecieron a su hija mayor, Cristina, que estaba embarazada. Ayer, Nélida Gómez de Navajas falleció sin haber podido encontrar a ese bebé que hoy tendría 35 años, su tercer nieto. Integrante del grupo originario de Abuelas de Plaza de Mayo, “nunca perdió la esperanza de que algún día hubiera luz en el destino de su nieto (o nieta; nunca supo si fue varón o nena)”, la recordó la actual presidenta de la organización, Estela de Carlotto. Ella y el resto de las abuelas sintieron “mucha tristeza porque una más se va sin conocer a su nieto”, señalaron a través de un comunicado. La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación también expresó su pesar.
Con la misma rapidez que adivinó que su hija acabaría con los hábitos católicos de quien luego fue su único marido y compañero de militancia, Julio Santucho –era sacerdote hasta que la conoció en la Universidad Católica–, Nélida supo de la militancia de ambos –miembros del PRT-ERP– y del destino que la joven corrió la tarde del 13 de junio de 1976, cuando fue secuestrada. Desde un tiempo antes a esa tarde, la mujer había aceptado encontrarse con su hija y sus dos nietos, Camilo y Miguel, en lugares neutrales, así como también se había acostumbrado a disimular su relación de madre-hija.
La noche en la que los genocidas secuestraron a Cristina y a dos compañeras de militancia con quienes compartía la vivienda, Nélida encontró en la cartera de su hija una carta que aún no había sido enviada a su destinatario, Julio, quien estaba en Europa. En ella, le contaba que creía que estaba embarazada de su tercer hijo. La noticia le fue confirmada por testigos que compartieron centros clandestinos de detención con Cristina –Automotores Orletti y el Pozo de Banfield– y que aseguraron verla con la panza.
La noticia la empujó a integrarse al grupo de Abuelas, incluso antes de que lo fueran oficialmente. Siempre aferrada a Jorge –el hermano menor de Cristina–, participó de las marchas que durante sus comienzos compartieron junto con las Madres en torno de la Pirámide de Mayo, y nunca se alejó del camino de la lucha colectiva por encontrar a sus nietos robados. “Siempre fue una excelente compañera, muy cálida y atenta a cada detalle de la organización. Siempre estuvo muy presente”, la recordó Carlotto. El activismo de Navajas no mermó si quiera cuando su enfermedad comenzó a alejarla cada vez más de la vida activa –padeció de una dolencia degenerativa muscular–. “Desde su casa seguía acompañándonos”, aseguró.
“En las rondas de la plaza se acercaban personas que nos preguntaban si éramos ‘las Abuelas’ y nos pasaban papelitos. O te daban una dirección y te decían: ‘Es un matrimonio que nunca tuvo hijos y que ahora tiene un bebé’. Y nosotras pasábamos por ese domicilio para investigar. Algunas decían ‘esa criaturita es igual a mi hija, camina igual, tiene esto, tiene aquello’, pero no podíamos ir a un juez y decirle ‘nos parece que esta nena se parece a cuando mi hija era chica’. Entonces salimos a buscar una prueba contundente”, inmortalizó el libro La historia de Abuelas. 30 años de búsqueda las palabras de esta abuela que falleció ayer sin haber cosechado un solo dato, una sola pista acerca de la historia de su propio nieto o nieta.
“Algunos testigos señalan que Cristina pudo haber parido en Campo de Mayo, pero no hay nada más”, apuntó Carlotto. Sin embargo, “era una mujer optimista, compartía con nosotros las mismas ilusiones y logros, y nunca se mostró con ganas de abandonar. Su compromiso siempre fue total”.
Durante treinta y cinco años estuvo buscando a su nieto o nieta nacido durante el cautiverio de su hija Cristina, que permanece desaparecida. Murió sin encontrar a esa criatura. “Nunca perdió la esperanza”, destacó Estela de Carlotto.
Por Ailín Bullentini
Los responsables de la última dictadura desaparecieron a su hija mayor, Cristina, que estaba embarazada. Ayer, Nélida Gómez de Navajas falleció sin haber podido encontrar a ese bebé que hoy tendría 35 años, su tercer nieto. Integrante del grupo originario de Abuelas de Plaza de Mayo, “nunca perdió la esperanza de que algún día hubiera luz en el destino de su nieto (o nieta; nunca supo si fue varón o nena)”, la recordó la actual presidenta de la organización, Estela de Carlotto. Ella y el resto de las abuelas sintieron “mucha tristeza porque una más se va sin conocer a su nieto”, señalaron a través de un comunicado. La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación también expresó su pesar.
Con la misma rapidez que adivinó que su hija acabaría con los hábitos católicos de quien luego fue su único marido y compañero de militancia, Julio Santucho –era sacerdote hasta que la conoció en la Universidad Católica–, Nélida supo de la militancia de ambos –miembros del PRT-ERP– y del destino que la joven corrió la tarde del 13 de junio de 1976, cuando fue secuestrada. Desde un tiempo antes a esa tarde, la mujer había aceptado encontrarse con su hija y sus dos nietos, Camilo y Miguel, en lugares neutrales, así como también se había acostumbrado a disimular su relación de madre-hija.
La noche en la que los genocidas secuestraron a Cristina y a dos compañeras de militancia con quienes compartía la vivienda, Nélida encontró en la cartera de su hija una carta que aún no había sido enviada a su destinatario, Julio, quien estaba en Europa. En ella, le contaba que creía que estaba embarazada de su tercer hijo. La noticia le fue confirmada por testigos que compartieron centros clandestinos de detención con Cristina –Automotores Orletti y el Pozo de Banfield– y que aseguraron verla con la panza.
La noticia la empujó a integrarse al grupo de Abuelas, incluso antes de que lo fueran oficialmente. Siempre aferrada a Jorge –el hermano menor de Cristina–, participó de las marchas que durante sus comienzos compartieron junto con las Madres en torno de la Pirámide de Mayo, y nunca se alejó del camino de la lucha colectiva por encontrar a sus nietos robados. “Siempre fue una excelente compañera, muy cálida y atenta a cada detalle de la organización. Siempre estuvo muy presente”, la recordó Carlotto. El activismo de Navajas no mermó si quiera cuando su enfermedad comenzó a alejarla cada vez más de la vida activa –padeció de una dolencia degenerativa muscular–. “Desde su casa seguía acompañándonos”, aseguró.
“En las rondas de la plaza se acercaban personas que nos preguntaban si éramos ‘las Abuelas’ y nos pasaban papelitos. O te daban una dirección y te decían: ‘Es un matrimonio que nunca tuvo hijos y que ahora tiene un bebé’. Y nosotras pasábamos por ese domicilio para investigar. Algunas decían ‘esa criaturita es igual a mi hija, camina igual, tiene esto, tiene aquello’, pero no podíamos ir a un juez y decirle ‘nos parece que esta nena se parece a cuando mi hija era chica’. Entonces salimos a buscar una prueba contundente”, inmortalizó el libro La historia de Abuelas. 30 años de búsqueda las palabras de esta abuela que falleció ayer sin haber cosechado un solo dato, una sola pista acerca de la historia de su propio nieto o nieta.
“Algunos testigos señalan que Cristina pudo haber parido en Campo de Mayo, pero no hay nada más”, apuntó Carlotto. Sin embargo, “era una mujer optimista, compartía con nosotros las mismas ilusiones y logros, y nunca se mostró con ganas de abandonar. Su compromiso siempre fue total”.
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